El pasado jueves, 7 de abril, tuve la enorme suerte de visitar Zarahiche, finca emplazada en el término municipal de Lora del Río, a pocos kilómetros de La Campana, en la que pastan las reses de la ganadería de Miura, propiedad de los hermanos Antonio y Eduardo Miura Martínez.
Desde mi modesto punto de vista, esta ganadería puede ser considerada la cuna de la bravura y todo un santuario del toro, donde se mima como en pocos lugares a este animal desde que en 1842 por Juan Miura, industrial sombrerero de ascendencia vasca, hizo realidad los deseos de su hijo: ser ganadero de bravo. Casi ciento setenta años en los que la misma familia, transmitiendo sus secretos de padres a hijos, con no poco trabajo, esfuerzo, tesón y seriedad, sobre todo mucha seriedad, ha conseguido mantener la bravura y la casta fieles a sus orígenes.
Desde que allá por los primeros días de febrero se barajara la posibilidad de que la legendaria divisa verde y grana fuera la que se lidiara en la reapertura de Las Canteras, no dejaba de rondarme por la cabeza la posibilidad de desplazarme a Zahariche y grabar un reportaje sobre los toros de este festejo tan especial, que luego, como todo el mundo sabe, se sustituyeron por otros de los que es mejor ni hablar. Así que, ni corto ni perezoso y aprovechando la presencia de D. Eduardo Miura en las jornadas organizadas por la Peña Taurina Curro Jiménez, le planteé la posibilidad de ir a grabar sus toros, ya que aquellos días, ya se sabía que el 23 de abril se celebraría una corrida en la que las reses de Miura serían el gran atractivo, así que la ocasión la pintaban calva y D. Eduardo, con una amabilidad impropia de esta época, aceptó sin ponerme ni un pero.
Y claro, desde ese día tenía unas ganas enormes de que llegara el mes de abril para plantear el viaje, que finalmente, como he comentado anteriormente, tenía lugar el pasado jueves, compartiendo la experiencia varios miembros de la empresa (Jesús Ordóñez, Manuel Osuna y un cuñado de éste), mi compañero en Tele Priego Pedro Vigo y Manuel Molina, gran doctor y mejor fotógrafo que disfrutó con su cámara en ristre, creo que como todos, de la inolvidable experiencia.
Organizado el viaje, el jueves a las 08:30 de la mañana partíamos de la puerta de la también mítica cafetería prieguense El Águila en dirección a Zarariche, ante cuya entrada llegamos casi dos horas después. Y como me esperaba, nada más bajar del coche y contemplar las conocidísimas calaveras de bóvidos dándonos la bienvenida, la sensación que me embargó es difícil de explicar. En unos segundos atravesaríamos la puerta de una de las ganaderías más importantes del planeta toro, la cuna de la bravura como la han definido unos, el territorio del miedo como apelan otros. Me quedo con la primera, tal vez por la impresión de que nuestra primera imagen fueron los toros que se encontraban en el cercado anexo a la original plaza cuadrilonga de tientas, que en breve iniciarán su viaje hasta el anfiteatro romano Arènes de Arlés, donde se lidiarán el 25 de Abril, día de San Marcos, ejemplares de imponente empaque e impecable presentación.
Ya en el cortijo, fuimos recibidos por D. Eduardo, al que aprovecho para agradecer sinceramente toda la atención que nos prestó y el tiempo que nos dedicó, ya que interrumpió durante casi una hora sus labores habituales en aquella mañana, centradas en varios ejemplares de la cuadra de caballos que estaban siendo preparados para un traslado.
Tras las órdenes que dio a uno de los vaqueros, nos subimos con D. Eduardo en un todoterreno para dirigirnos a uno de los cercados de la finca, hasta el que llevaron los toros que se lidiarán en Priego. Compartir unos momentos así con toda una institución como es D. Eduardo es un lujo impagable, ya que nos fue describiendo todos y cada uno de los ejemplares que el vaquero iba colocando para que los objetivos de nuestras cámaras, y las de nuestros compañeros, que tuvieron que utilizar su turismo para acceder al cercado, disparan una y mil veces e inmortalizaran el momento. Tengo que confesar que impresiona estar a unos metros de estos animales, sobre todo por el temperamento que atesoran y más aún, por la estampa y trapío de los mismos. Corrida la de Priego, según nos comentó D. Eduardo, con kilos y presencia para una plaza de segunda, por lo que podemos considerar que el día 23 de abril, Priego tendrá unos toros como hacía años, diría yo que muchos años, que no se han visto por estas tierras. El juego que den, como reconocía el ganadero, será otra cosa de la que ya hablaremos en su día.
Tras la sesión fotográfica, regresamos al cortijo donde tuvimos la ocasión de visitar el despacho de la ganadería, un museo en el que se coleccionan trofeos, carteles y cabezas de toros que ponen de manifiesto la solera, prestigio y categoría de esta casa. Allí tuvimos la ocasión de entrevistar a D. Eduardo, que reconoció la ilusión de regresar a Priego casi 120 años después de que se lidiara una corrida de su ganadería en el festejo con el que en 1892 se inauguró Las Canteras, adelantando que tiene la intención de presenciar la corrida en directo y ver el comportamiento de sus reses ante una terna a la que deseó toda la surte del mundo, de manera especial al diestro local Curro Jiménez, que un día después, el viernes, participó en un tentadero celebrado en Zahariche.
Y como el que no quiere la cosa, y sin darnos cuenta, porque el tiempo voló, finalizaba nuestra visita a esta mítica ganadería en la que, como he leído en varias ocasiones, se respira un ambiente especial que hace que la afición que nos embarga y el amor al toro, crezca y gane enteros en dosis indescriptibles.