En 2006 se cumplieron veinte años de la muerte del autor mendocino y cincuenta de la publicación del libro. Vale la pena leer el artículo que Sylvia Saítta publicó en La Nación a propósito del doble aniversario. La crítica literaria cuenta que Di Benedetto aprovechó una licencia laboral de dieciocho días para redactar Zama en una casa vacía, y cita declaraciones del autor en una entrevista de 1971: “La prisa me impuso un estilo urgente (breve, de frases cortas, muy condensado) aunque afortunadamente (y contra mis temores) adecuado al vértigo de las peripecias de don Diego”.
Según Saítta, la novela supo erosionar aquel mito de la literatura moderna “que sostiene que el valor de una escritura se mide por el trabajo que cuesta producirla”. También sobresale como crónica de una espera agónica: a fines del siglo XVIII, el funcionario Diego de Zama aguarda en Asunción el anuncio de su traslado a una sede de mayor prestigio dentro de la administración colonial (Buenos Aires, Lima, Santiago de Chile o la codiciada Madrid) además de la recomendación de un superior, un barco con noticias familiares, un sueldo siempre demorado y la oportunidad de protagonizar algún acto heroico que lo redima.
En la entrevista que le concedió al diario Los Andes a principios de marzo pasado, Martel contó que la ocurrencia de la adaptación surgió en 2010, tras haber leído el libro de Di Benedetto en un viaje en barco a Asunción del Paraguay. “Cuando lo terminé estaba en un estado de euforia y pensé en hacer una película de inmediato”, recordó.
Lejos de esa ilusión de inmediatez, la cineasta salteña se encontraba reescribiendo y buscando financiamiento al momento de la nota. También dijo estar armando “listas, conjuntos, duplas, sextetos con nombres de personas” que pensó convocar para formar el elenco. “Como las contacté informalmente, prefiero mantener reserva”, se excusó ante el pedido de alguna revelación.
En esta entrevista concedida a la revista Ñ, también a principios de marzo, Martel adelantó su intención de recrear el contexto histórico de la novela (fines del siglo XIII) pero sin privarse de tomar decisiones estéticas que acarreen una cierta imprecisión temporal “como he hecho en mis otras películas, que no se sabe si son en los ’70, los ’80 o los ’90″. Por otra parte, mencionó sus ganas de rodar “en el Gran Chaco, esa región comprendida por Paraguay, Bolivia y Argentina”.
Por la discreción que caracteriza a la autora de La ciénaga, La niña santa, La mujer sin cabeza, Internet ofrece poca información actualizada sobre su actividad profesional. La referencia online más reciente figura en el programa del coloquio ‘Transferencias cinéfilas. Cine latinoamericano y psicoanálisis’ que se llevará a cabo entre mañana y el sábado próximo en París. En efecto, además de presidir dos mesas, Martel dialogará con el público sobre la eventual existencia de un “cine en femenino”.
Mientras tanto, de este lado del Atlántico, algunos espectadores nos conformamos con la nueva ficheta de Film Affinity. Es más, con algo de (¿iluso?) optimismo, nos permitimos considerarla un indicio de proyecto encaminado.