Zamora, un paseo a través del tiempo

Por Pstdeviaje @PsTdeViaje

Zamora vista desde el Duero
Créditos: J.E. Antón

Paséala despacio. Déjate mecer por el rumor del Duero y escucha todo lo que sus piedras te cuentan en silencio. Piérdete por sus calles y plazuelas  medievales; siente la vida y el espíritu que duerme en su románico, tan sencillo, tan llano, tan bello. Como esta tierra de reinos y castillos, de iglesias y cristos, de meseta y río. De impresionantes viandas: legumbres, corderos, vinos, chorizos y quesos. Y de arte, mucho. Y de historia, más. Y de Semana Santa, declarada de Interés Turístico Internacional, una religiosidad popular, seria y trascendente que toca el alma. Una ciudad que merece la pena pasear, oler, saborear, sentir y vivir… 
Bienvenidos a esta ciudad castellanoleonesa, enmarcada por Galicia y Portugal donde el Duero hace frontera creando unos mágicos arribes.  Bienvenidos a Zamora.

Historia de Zamora Repasar la historia de Zamora es remontarnos a la edad de bronce. A vacceos y celtas. A la conquista romana. A los fenicios y cartagineses para los que sería Ocellum Durii; a los visigodos que la llamarían Semuret o a los árabes que la denominarían Azemur y Samurah. Conquistada definitivamente por los cristianos fue reconstruida por Fernando I, quien, a su

Calle Corral de Campanas, Zamora
Créditos: J.E.Antón

muerte, la entregó a su hija Urraca.  Su hermano Sancho II quiso arrebatársela. No lo logró. Murió al lado de sus muros, tras un asedio de más de siete meses en el que los zamoranos resistieron con coraje. Por eso dicen que Zamora, la bien cercada, no se ganó en una hora.  El asesinato del monarca es recordado en el Portillo de la Lealtad, pequeño paso en el lienzo de muralla cercano al Castillo, lugar por donde entró Bellido Dolfos perseguido por El Cid tras cometer el regicidio. Resulta curioso que hasta el año 2010, a tal acceso se le denominase “Portillo de la Traición”, cuando fue resguardo para el valeroso zamorano que, con su acción, consiguió terminar con el asedio de la ciudad. Muy cerca del Portón nos encontramos con jirones de historia. Vetustos solares que acompañaron los juegos del Cid, en su niñez zamorana. Bonitos miradores al Duero. Románticas callejuelas del Troncoso y del Corral de Campanas, donde parece que la piedra de los muros y el verde de los patios retienen amores medievales. 
Arte y Leyendas Comenzamos nuestro paseo. Eso sí, conviene no tener prisa porque, aunque la ciudad no es grande, tiene mucho que ver. Sólo en el casco urbano se cuentan 22 iglesias románicas. La mayoría de estos templos, así como varias construcciones civiles que aún persisten, surgieron en el siglo XII y XIII, convirtiendo a Zamora en la Ciudad del Románico

Catedral de Zamora
Créditos: J.E. Antón

Nada más comenzar la andadura encontramos la Catedral con su espectacular cúpula bizantina y su sólida torre. Entra y déjate sorprender por las tallas de la sillería del coro. Por su Virgen “de la Calva” y su Cristo de las Injurias.  Otra vez fuera, en su fachada sur, al lado de la románica puerta del Obispo, veréis, petrificada, la cabeza de un ladrón al que el templo atrapó ahí, para siempre, cuando intentaba escapar con su botín. Es una de tantas leyendas que te cuenta Zamora.  Otra ficción con base histórica es la denominada del Motín de la Trucha. Sublevación popular por la propiedad de un pez en el mercado, que terminó con el incendio de la Iglesia de Santa María, una de las más antiguas, cuando en su interior estaban reunidos todos los nobles de la ciudad. Busca entre sus muros el orificio por el que, de forma milagrosa, escaparon del fuego las hostias del sagrario, y se fueron volando hasta el convento de las Madres Dominicas, al otro lado del Duero. 

Torre de San Cipriano
Créditos: J.E. Antón

Seguimos caminando por las calles y vamos encontrando, aquí y allá, joyas del románico zamorano, como las afiligranadas arquivoltas de la Magdalena (donde hay que encontrar el busto de un obispo, es que te quieres casar),el rosetón de San Juan (que semeja una arcaica rueda de carro), las ventanas y capiteles de San Cipriano (con su primitiva rejería), la puerta sur de Santiago del Burgo (con sus dos arcos gemelos  que arrancan del centro de la puerta donde existe un capitel colgante sin fuste ni basa), los ajedrezados de Santo Tomé, los arbotantes de San Pedro y San Ildefonso, donde se venera el cuerpo del que fuera Arzobispo de Toledo… Pasear por la ciudad es una constante y agradable sorpresa. Pero no todo el arte de Zamora es el Románico. En los albores del siglo XX, varios arquitectos del ámbito de Gaudí, recalaron en la ciudad y dejaron para la posteridad una importante cantidad de bellos edificios que han convertido a Zamora en una de las principales ciudades de la Ruta del Modernismo europeo. Zamora y su buena mesa La Zamora moderna es una ciudad de comercio y de servicios, pero también de tapeo y buen comer. Bares y tabernas compiten en la búsqueda de clientela con oficinas bancarias, tiendas de ropa o de productos de la tierra. 

Pulpo a la sanabresa
Créditos: Javier Lastras

En una ciudad en la que su calle principal es el pasillo de la casa común, es obligado salir, estar allí, charlar con los amigos y tomarse unas tapas. No te las pierdas. Cada establecimiento tiene su especialidad: pulpo a la sanabresa, tiberios (mejillones con salsa de pimentón), perdices de mar (sardinillas rellenas de tomate y rebozadas), figones (rebozado de queso y chorizo), mollejas a la zamorana o pinchos morunos que –recuerda- en Zamora se piden “uno que sí” o “uno que no”, según lo quieras con o sin picante.  Si lo que deseas después del paseo es sentarte, descansar y degustar tranquilamente un plato zamorano, son muchos los restaurantes que pueden ofrecerte, junto con un magnífico vino de Toro D.O., el arroz a la zamorana (arroz seco con productos del cerdo), el bacalao al ajo arriero o a la tranca, el lechazo asado o las impresionantes presas de ternera de Aliste. Todos son alimentos de primerísima calidad y fantásticamente preparados. Y de postre, prueba unas cañas zamoranas o unas aceitadas.  Zamora, una ciudad poco conocida, cercana, amistosa, coqueta, con encanto. Una ciudad que merece la pena pasear, escuchar, sentir, saborear y vivir… © Marta Antón González, Derechos Reservados

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