En España, donde la responsabilidad de Zapatero en el desastre económico español está ya archidemostrada, se debería juzgar al presidente por sus ineludibles responsabilidades en el colapso de nuestra economía, en el auge del desempleo, en el crecimiento de la pobreza y en la destrucción masiva del tejido productivo español.
Del mismo modo que el ex primer ministro de Islandia Geir Haarde, que gobernó el país desde 2006 hasta que dimitió tras el derrumbe económico del país, en 2009, ha sido acusado de negligencia ante la crisis, Zapatero debería responder ante la Justicia española por los enormes daños que ha causado a España y a los españoles.
En 2007, cuando estalló la crisis, España era uno de los países del mundo mejor preparados para afrontarla con garantías y sin grandes daños. El sistema bancario gozaba de buena salud, el Estado tenía superávit y la economía era la envidia del mundo. Pero Zapatero comenzó a cometer un error tras otro, desoyendo los consejos más lúcidos y oponiéndose, por sistema, como un niño caprichoso y malcriado, a todo lo que proponía el Partido Popular, lo que ocasionó a España daños terribles que, en Justicia, deberían ser castigados.
Después de ocultar durante meses la existencia de la crisis y sin tomar medida alguna, sin otro fin que ganar las elecciones, cuando la reconoció dictaminó que aquella era una crisis coyuntural y pasajera, contadiciendo así la opinión de los expertos y de los grandes organismos e instituciones internacionales.
Se negó a realizar la reforma laboral y los planes de austeridad que le aconsejaban y tiró de chequera, gastando como un poseso, lo que colocó las cuentas públicas españolas, que eran las más envidiadas de Europa, en la actual situación de enfermedad y drama.
La destrucción de la economía española ha sido una "gesta" personal de Zapatero, realizada en contra de las opiniones más autorizadas y basadas en la tozudez de un mal gobernante que no debe escaparse sin pagar los terribles daños causados a su país y a sus ciudadanos, daños que incluyen la destrucción de buena parte del tejido productivo, el gasto de todos los recursos acumulados en los años de prosperidad, el endeudamiento suicida de la nación, el despilfarro sin control, el engorde del aparato del Estado y una política demente de despilfarro que ha puesto de rodillas no sólo a España, sino también a Europa.
Este fin de semana, Zapatero ha tenido que rectificar, tras haber sido señalado p¡con el dedo por Sarkozy, Merkel y muchos otros líderes europeos como el principal causante de los dramas que padece la economía europea, el euro y las bolsas. Le han amenazado con hablar claro ante la opinión pública de sus "frivolidades" y Zapatero, con el rabo entre las piernas, ha tenido que ceder y ordenar un plan suplementario de austeridad y ajuste.
La culpa de Zapatero está más allá de cualquier duda, aunque las leyes le conviertan en impune e inmune, dado que los políticos rara vez son responsables ante las leyes de los desastres que causan. Sin embargo, el caso de Zapatero encierra una especial tozudez, una arrogancia terrible, una contumacia atroz, que le convierte en un gobernante digno del olvido y del desprecio por haber obrado en contra de la opinión de todos los expertos y de las grandes instituciones internacionales.
Si lo que tiene que hacer ahora, tras haber puesto a España de rodillas, lo hubiera hecho hace dos o tres años, cuando el PP, las instituciones y los expertos se lo exigían, España tendría, probablemente, un millón de parados menos, más prosperidad, más solvencia, su tejido productivo en mejor estado y, por supuesto, menos desprestigio internacional del que hoy tiene por culpa de uno de los peores gobernante de la historia moderna española.
El problema es que las cosas han llegado tan lejos que ni siquiera servirán las rectificaciones. Mientras Zapatero continúe en el poder, España seguirá en el ojo de mira de los mercados, postrada y arrodillada.
Por culpa de la inexistente democracia española, injusta y degradada, todavía tendremos que pasar muchas vergüenzas y sufrimientos, mientras el nefasto inquilino de la Moncloa siga en su puesto. Le veremos culpar a "los especuladores" del drama de España y al PP, "por no arrimar el hombro". Le veremos mentir y tendremos que contemplar impotentes, como ciudadanos devaluados y humillados, como un gobernante inepto y arrogante destruye nuestro país e hipoteca nuestro futuro.
Alguien debería entender de una vez en España que entre el desastre actual y el resurgimiento futuro que soñamos se alza un gran obstáculo, cuyo nombre es Zapatero.