El poderoso aparato de propaganda socialista ha disimulado y tergiversado la retirada de Zapatero para que no parezca una derrota, pero la victoria popular contra el presidente socialista ha sido una realidad tangible y demostrable. Zapatero no se ha ido por voluntad propia sino porque ha sido rechazado por más del 80 por ciento de los ciudadanos españoles, una oposición popular más fuerte que la que sufrieron dictadores musulmanes recientemente depuestos por sus pueblos como el tunecino Ben Alí y el egipcio Hosni Mumarak.
Zapatero ha renunciado a seguir al frente del socialismo español porque el rechazo ciudadano ha hecho temblar a su partido, que ha tenido que prescindir de él para evitar un enorme desastre electoral. El paso atrás de Zapatero, un dirigente político democráticamente elegido, que tenía a su disposición todos los recursos del Estado, demuestra el enorme poder del pueblo en rebeldía y la debilidad del poder político cuando cae en la corrupción, el abuso y la ineptitud.
La lucha ciudadana contra Zapatero ha tenido múltiples episodios y escenarios, desde miles de blog y opiniones que inundaron la blogosfera y las redes sociales a los pocos medios de comunicación no sometidos al poder, el boca a boca en la sociedad, los abucheos y pitadas públicas y una inagotable vertiente de creatividad popular que se ha plasmado en chistes, gráficos, pintadas y producciones, que circularon profusamente por la red y que fueron motivo de conversación en bares y puestos de trabajo.
Zapatero y sus socialistas cometieron el error de no valorar suficientemente el poder de la resistencia popular española, que al final les derrotó. Valoraron demasiado el aborregamiento y la cobardía de las masas y el poder mediático "comprado" que les protegía, pero ambos recursos resultaron insuficientes para contener la rebeldía y la indignación del pueblo contra un pésimo gobernante, maestro de la mentira y del abuso.
Si Zapatero no hubiera anunciado su retirada antes de las elecciones autonómicas y municipales de mayo de 2011, el poder del socialismo en España se habría disuelto como un azucarillo, cosechando derrotas vergonzosas en todo el territorio español, incluyendo sus feudos tradicionales.
Pero la retirada de Zapatero, en lugar de haber sido definitiva, ha sido parcial, un error que le costará caro a su partido. Su presencia al frente del gobierno, a pesar del rechazo del 80 por ciento de la población a su política, según las encuestas, constituye un desprecio antidemocrático del socialismo a la opinión pública por el que deberá pagar un alto precio político.
Aunque la campaña electoral del PSOE defienda la gran mentira de que Zapatero y su gobierno no son culpables del actual desastre económico, social y ético de España, arruinada, plagada de desempleados y pobres y con sus grandes valores en crisis, la presencia física de Zapatero en la Moncloa, aunque acuda a pocos mítines, le convierte en referencia de la indignación ciudadana y en llamada permanente para votar en contra de lo que él y su partido propongan.
Los errores, mentiras, engaños y traiciones de Zapatero no sólo han hundido a su partido y causado la ruina de España, sino que han elevado hasta el éxito al mediocre y cobarde Partido Popular, que, sin hacer mérito alguno y pareciéndose demasiado al PSOE en corrupción, financiación y desprecio a la verdadera democracia, alcanzará, probablemente, una victoria electoral tan grande como inmerecida.
La victoria de los ciudadanos contra Zapatero, al que hemos obligado a retirarse con el rabo entre las piernas, víctima de sus abusos, errores y mentiras, abre el camino del protagonismo de los ciudadanos en la política española, de la que fueron marginados por la transición truculenta tras la muerte del general Franco, cuando se creó una partitocracia que vendieron como "Democracia" y en la que el pueblo, inocente y crédulo, creyó con todas sus fuerzas. La victoria popular contra Zapatero abre también las puertas a las profundas reformas que España necesita para derrotar la corrupción y volver a ser un país decente, eficaz, pujante y próspero, sobre todo de la injusta y antidemocrática Ley Electoral, fundamento de la democracia degradada imperante en España, que el ciudadano exigirá cada día con más ímpetu y potencia.