En lo que parecía la ceremonia de su entierro como político, Zapatero, visiblemente afectado en la tribuna de las Cortes por los correctivos que ha recibido desde Bruselas y Washington, ya marcado como un político peligroso y derrotado, del que nadie se fía, ha anunciado una batería de medidas de austeridad impuestas desde el exterior que, casi en su totalidad, descansan sobre los más débiles y necesitados, precisamente los que no tienen culpa alguna del desastre.
Las medidas, aunque injustas, incompletas y desequilibradas, serán eficaces y ayudarán a España a salir del drama.
Un Zapatero arbitrario e injusto ha preferido reducir en un 5 por ciento el sueldo de los funcionarios, culpables de nada, antes de enviar a sus respectivas casas a Manuel Chaves, inútil vicepresidente tercero del gobierno de España, a Bibiana Aído, cuyo ministerio es un esperpento, a otros ministros innecesarios y a los miles de asesores, enchufados, paniaguados, compañeros del partido y familiares de políticos que hoy cobran del Estado sin aportar nada.
Menos mal que ha rebajado en un 15 por ciento el sueldo de los ministros, la única medida que el pueblo español ha recibido con aplausos.
Ha preferido arrojar sobre los hombros de los españoles más débiles casi todo el peso del sacrificio que España debe hacer por sus propios errores. Con una arrogancia y un descaro impropios de un hombre de bien, reflejando en su rostro que ya es un cadáver político, ni siquiera ha tenido la vergüenza de pedir perdón por sus errores, ni de reconocer que si hubiera emprendido las actuales reformas hace más de un año, cuando la oposición, los expertos y los organismos internacionales se lo pedían, España se habría ahorrado miles de millones de euros, más de un millón de parados, los enormes sacrificios que le esperan y la vergüenza de ser señalada en todo el mundo como el peor ejemplo de mal gobierno, desprestigio, deterioro, despilfarro y desvergüenza.
Sin un ápice de dignidad, increíblemente aferrado a su cargo, a pesar de haber sido humillado en todo el mundo y de haber convertido a España en un protectorado de Bruselas y de Washington, Zapatero ofreció a los españoles, en las Cortes, la más dura imagen del enorme error cometido por aquellos que le votaron en 2004 y en 2008, todos ellos cómplices de la actual ruina de España y de las fechorías del peor presidente de un gobierno de España desde el felón Fernando VII.