Parece claro que los dos años de golpes de bruces con la realidad económica han hecho que el presidente del Gobierno introduzca matices de realismo en sus palabras. Ya no tiene credibilidad como para presentarse ante los españoles con una sonrisa diciendo que la recuperación está ahí, a la vuelta de la esquina. Es consciente de ello y ayer se subió al estrado del Congreso con la lección aprendida: salpicó con algo de realismo sus palabras, afirmando con prudencia que la recuperación “debería acelerarse” en 2011 y advirtiendo de que la salida es “incierta”. A pesar de que se trata de un reconocimiento indirecto de su incompetencia para dar mayor certidumbre a la economía, se agradece que, al menos, no se mienta a los sufridos españoles, que con los varapalos de la crisis no ven motivos para sonreír por ningún sitio.
La otra gran diferencia fue el apoyo explícito (y, a veces, excesivamente empalagoso) de PNV y Coalición Canaria, tras la firma del pacto de estabilidad. Hubo algún momento, en concreto, en el que las palabras que se brindaron, especialmente, Zapatero y Erkoreka fueron, cuanto menos, edulcoradas.
Lo que sí se volvió a reproducir casi con las mismas palabras fue el agrio enfrentamiento entre el presidente y el líder de la oposición. Rajoy se presentó con las mismas credenciales de hace dos añso: críticas, críticas y críticas, sin ninguna propuesta. Vendió, literalmente, ruina y, al menos, se quitó la careta reclamando nuevamente las elecciones anticipadas. No interesaba el debate de fondo, ni arrimar el hombro en un momento clave (con los mercados deseando hincar el diente a la economía española). Sólo ‘quítate tú, para ponerme yo’. Y a eso Zapatero volvió a contestar con excesiva acritud, incluso, lo que hizo revivir anteriores debates en los que los reproches fueron los protagonistas.
Lamentablemente, hay demasiadas similitudes entre este debate y los que lo precedieron. Resultó ser un ‘deja vu’ en el que hubo pocos cambios. Cambios que los españoles llevan esperando tanto tiempo…