Zapatero ya "resta votos" al PSOE ante las urnas

Publicado el 23 abril 2010 por Franky
El nuevo presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, se está planteando abandonar la vieja costumbre andaluza de celebrar las elecciones autonómicas unidas a las generales porque sus asesores le advierten que ahora no le conviene porque Zapatero resta votos ante las urnas.

La marca Zapatero está en franca ruína y los socialistas están tan desesperados ante el dramático derrumbe del prestigio y la popularidad de su lider que han tenido que poner en marcha su "Plan B", una estrategia destructiva cuyo objetivo es neutralizar la desventaja que representa Zapatero, desacreditando a la oposición para que no tenga ventaja alguna cuando se abran las urnas.

A escala nacional, el "Plan B" está funcionando a pleno pulmón desde que Zapatero tomó el poder, en 2004. Sus primeros movimientos fueron crear un "cinturón sanitario" en torno al PP, que lo convirtiera en un partido "apestado", acostumbrar a los demás partidos a pactar con el PSOE comprando sus votos y pactos con dinero público y aislar a la derecha, por cualquier medio, del resto de los partidos, especialmente de los nacionalismos conservadores, tipo CIU y PNV.

En Andalucía, donde el PSOE está envuelto en un mar de confusiones porque tiene demasiados frentes abiertos, el objetivo es desacreditar por todos los medios posibles a Javier Arenas. Han intentado implicarlo en el caso Gürtel, pero no les ha funcionado, y ahora se disponen a recuperar una estrategia que siempre les ha dado réditos en el pasado: presentar a Javier Arenas como prototipo del odiado, clasista y arrogante "señorito" andaluz.

En el PP dicen que están preparados para hacer frente a esa campaña y que no les resultará difícil demostrar que los verdaderos nuevos "señoritos" de Andalucía son los jerifaltes del socialismo, cuyos patrimonios han crecido como la espuma, en muchos casos sin justificación posible, y a los que los ciudadanos conocen ya como los que otorgan peonadas, dan trabajo y conceden ayudas y subvenciones en los pueblos, sobre todo en las zonas rurales donde la incultura y el fracaso escolar crean las condiciones óptimas para el voto de izquierda.

La tesis del PSOE es que "desacreditar a Arenas" va a resultar fácil, mientras que la del PP es que "los ciudadanos cada día se dejan engañar menos y saben ya que los verdaderos señoritos son los socialistas".

La estrategia electoral de unos y otros es deprimente, sin apuesta alguna por la ilusión, por el esfuerzo, por la excelencia o por la regeneración de la vida política y la convivencia, como no puede ser de otra forma, dada la pésima calidad de la democracia andaluza.

La derecha empieza a hacer daño con sus eslóganes y las condenas al socialismo empiezan a calar en una sociedad que quizás desee ya un cambio en el poder, a pesar del tradicional odio a la derecha. El eslogan del momento dice "del fracaso escolar al coche oficial" y describe la brillante y rentable "carrera política" de muchos dirigentes socialistas andaluces.

El crecimiento del paro y de la pobreza están acorralando al PSOE, dañado también por las decenas de casos de corrupción que son aireados cada mes, a pesar de que la Junta y el PSOE tienen bajo control a buena parte de los medios de comunicación de la región, sobre todo a las televisiones, que son las que más influyen en el voto.

La imagen de los "sociolistos" avanza de manera imparable y el escaso conocimiento de Griñán, el nuevo candidato del PSOE, también hace daño. Pero el drama mayor del socialismo andaluz consiste en que su estrategia vencedora en el pasado, consistente en comprar votos con dinero público, a través de peonadas, subvenciones, colocaciones, favores, clientelismo y mil sutilezas más, está ahora muy debilitada porque el sector público no tiene dinero ni para pagar los sueldos de los propios militantes colocados. La crisis, el paro y el avance de la pobreza va a demostrar pronto que la adhesión de cientos de miles de andaluces al socialismo no estaba basada en la ideología, ni siquiera en las simpatías electorales, sino en el dinero.

Mientras tanto, en las filas del socialismo andaluz reina la división y el descontento, entre otras razones porque Griñán ha entregado el poder en el partido a gente joven, de menos de 40 años, que está desplazando del poder, de manera implacable y sin contemplaciones, a la gente de 60 y 50 años, que tenía el poder con Manuel Cháves. Los mismos socialistas desplazados se han convertido en los peores críticos del socialismo andaluz y andan advirtiendo por las calles, bares y restaurantes que "ahora nos vamos a enterar porque estos nuevos ni siquiera saben lo que es la democracia y vienen para quedarse en la política y llevarse todo lo que puedan".

Nubes negras y sucias amenazan el cielo andaluz, una tierra donde la esperanza está casi desaparecida y en la que el ciudadano cada día asume la verdad amarga y desoladora de que, después de más de 30 años de socialismo y de haber recibido decenas de miles de millones de euros de la Unión Europea, en concepto de ayuda, Andalucía está casi igual que en los tiempos duros del Franquismo: sin trabajo, con la pobreza dando zarpazos, con los comedores de caridad abiertos, con muchos de sus hijos emigrando a otros países para buscar trabajo y dependiendo de sus dos riquezas tradicionales: la agricultura y el turismo, los dos únicos sectores que funcionan aceptablemente.