Hablo de la actitud de ciertas dependientas, el estilo del "ceño fruncido" y el regaño. El fenómeno de "me quejo delante del cliente porque me importa un bledo". Y la falsa idea de que "como vendemos barato podemos pisotear al público".
Mis experiencias con las dependientas "ogro" de ZARA (en otros comercios también ocurre pero parece que en la casa del Señor Ortega la impertinencia y el mal gesto son más frecuentes) dan para escribir varios tomos, pero voy a limitarme a narrar los dos últimos que han tenido lugar con 4 días de diferencia.
PRIMER EPISODIO: "Pues ahora me enfado con el mundo."
Estoy en el probador. Por fin he encontrado los botines que he perseguido desde marzo sin encontrar talla. Es último día de junio, la duda es grande... ¿me espero a que los rebajen? Son caros. Y mañana puede que los encuentre a un precio mucho menor. Pero... ¿y si se acaba mi talla?, ¿después de haberlos buscado tanto? Pero no son demasiado cómodos, así que tampoco sería una compra redonda. Mejor esperar ¿no?
Mientras yo estoy inmersa en mis debates consumistas, en el exterior, una clienta pide algo a la chica de probadores. Ella le responde que no, que no sale a buscarle una talla. Que no lo hacen (cuando citan estas referencias dogmáticas, parece que se refieren a un código o un manual que desconocemos los demás mortales en el que se recoge lo que "hacen" y no "hacen". Solo con citar el código, debes asentir y aceptar). La clienta insiste un poco, pero la chica de probadores muestra su tono más crispado al quejarse en alto de que "Somos muy pocas, no podemos salir y yo estoy sola aquí para todo". La clienta se da cuenta de que no puede luchar contra el código ni contra las condiciones de trabajo de la muchacha, así que se resigna y vuelve a entrar en el probador.
Pero la Zara-girl se ha quedado en tensión. Y es mi turno de devolver la ropa que no me llevo. Me aferro a las botas mientras doy las últimas vueltas a mi razonamiento. Triunfa la razón, así que con mucho dolor de corazón-fashionista, las entrego a la dependienta y me prometo acudir mañana a primera hora para ver si las han rebajado y siguen estando allí.
Y entonces ocurre. La manifestación más airada de esta "ZARA's attitude". El castigo a los clientes por parte de las muchachitas de negro, que no quieren sufrir en silencio sus dramas laborales. Desean manifestarlo con bombo y platillo. En esta ocasión, la Zara-girl recoge la ropa que le entrego, bufa, y agarrando las botas con toda su fuerza las lanza por los aires hasta estrellarlas en el rincón más apartado en el que se acumula lo pendiente de recolocar.
¡¡Mis botas!! ¡Las ha estrellado contra el suelo! ¡Han rodado por las baldosas sucias de polvo, y se han quedado estampadas en un rincón polvoriento, con las suelas por los aires, la piel golpeada!...
Se supone que la ropa que queda allí, se recoloca y es la que otros clientes o nosotras mismas nos probaremos y, tal vez, compraremos. Maltratar así los productos delante del público, en un alarde de mal genio, casi rabieta, es algo que creo que no podemos admitir. Y siento mucho que su trabajo esté mal pagado, o que no le guste, o que sufra injusticias. Cualquiera de nosotras también, y nos tenemos que contener. Gracias a esa contención y a mi esfuerzo puedo entrar en ZARA a decidir si me compro o no unas botas, y desde luego que si lo hago es a cambio de mi propio trabajo, que es lo con lo que pago y es lo que esta muchacha arroja a una esquina polvorienta, golpenándome a mí y al resto de clientes con su impertinencia en la cara.
SEGUNDO EPISODIO: "En rebajas usted vale menos que nuestros mayores saldos"
Por fin llegan las rebajas. No quiero comprar mucho porque con este tiempo tan raro que hemos tenido aún no he dado salida a las compras de temporada. Pero quiero ver qué hay en ZARA que merezca la pena. En realidad, buscaba un simple cinturón; mi subconsciente, sabía que quería ver si las pobres botas golpeadas habían resistido el maltrato y habían bajado de precio. No pude tener más suerte: estaban allí y no parecían dañadas. Y estaban a la mitad de precio. Y junto a ellas, unos zuecos preciosos que no había visto antes. Y más plataformas. Y más cositas que pueden tener su apaño cuando llegue el otoño (es decir, lo que solemos llamar 'compra maestra' en rebajas...prendas para la temporada siguiente a precio estupendo). Conclusión: me voy al probador con 4 pares de zapatos. Todos perfectos. ¡¡Y todos me quedaban bien!!
Hago mis cuentas, observo la ventaja que suponen sus precios bajitos. Dudo. Me convenzo de que es una buena inversión (cuando decimos 'inversión' es que la compra se nos va un pelín de las manos y justificamos que lo adquirido va a ser utilizado cientos y miles de veces) y me voy tan contenta haciendo malabarismos porque sujetar 8 zapatos de una talla 40, todos con suela de madera, plataforma y taconazo es lo más parecido a hacer juegos malabares con ladrillos.
Pero me faltaba el cinturón. Y había llegado hasta allí solo para buscarlo. Sin manos no había forma de revisar los muebles y las perchas, así que me voy a la caja a pedirle a la dependienta (como en otras ocasiones) que me permita dejar los zapatos allí hasta que regrese a pagarlos, porque quiero mirar un cinturón justo ahí al lado.
_No._¿Cómo?_Que no. Que no guardamos cosas en la caja._No quiero que me lo guarden, es solo dejarlos aquí un momento porque se me están cayendo de las manos y..._Le he dicho que no. En Rebajas no guardamos nada en la caja._Bueno, pues dame algo para transportarlos._¿¿¡¡Y qué le voy a dar!!??_Hija, no sé, pues una bolsa, algo... _No puedo darte nada._Entonces, ¿cómo puedo seguir comprando?_No lo sé._¿No puedo seguir comprando porque no puedo cargar con todos estos zapatos?_No lo sé.
El paso siguiente fue pedirle que llamase a la encargada y colocarme en la cola. Ella vino, muy amable, y le expliqué en alto, ante las otras clientas, lo que pensaba. Muy tranquila, la verdad, apelando al sentido común. ¿Las ventas de su tienda se regulan en función de lo que yo puedo transportar en brazos? O sea, si compro camisetas puedo comprar 25 pero si compro zapatos, ¿sólo 4 pares?
Las excusas eran insostenibles: que la chica no se había enterado bien, que creía que yo quería que me lo reservase y marcharme... Ante eso, mi respuesta fue rotunda:
_Su chica no ha entendido lo que yo quería porque no me ha escuchado. Sólo me ha regañado.
Lo peor es la excusa de "es que en rebajas no hacemos tal o tal cosa"...
Le respondí muy firme: en rebajas lo que cambia es el precio de la ropa. No hay normas para rebajas y normas para no rebajas. El consumidor no debe ser atendido de manera diferente en época de rebajas o no rebajas. Si no, no son rebajas. Rebajas es pagar menos por lo mismo, y si me maltratas a cambio de bajarme el precio, entonces estoy pagando la diferencia con mi paciencia, y hasta ahora no veo en las etiquetas que diga cuántos euros de paciencia debo pagar por 4 pares de zapatos.
Ni que decir tiene que la encargada me dio la razón (en ambos casos) y me dijo que tomaría nota para cambiar. Yo solo espero que realmente lo hagan. Se puede hacer el mismo trabajo con las mínimas molestias pero con otra actitud y otro resultado.
Exijamos un poquito el buen trato.