BASÍLICA NUESTRA SEÑORA DEL PILAR
Finalizan mis crónicas viajeras con parada en Caesar Augusta, o
para entendernos, actual Zaragoza, la ciudad otrora fundada por Cesar Augusto allá por el 14 A.C.
Desde la lontananza ya atisbo la gloriosa figura de la Basílica de Nuestra Señora del Pilar, verdadera enseña y blasón zaragozano. A sus pies, el fascinante y de vez en cuando revoltoso río Ebro, que como bien se sabe, le dio por desbordarse últimamente, convirtiendo Zaragoza en un panorama de diluvio bíblico.
Es fascinante, sublime, bellísima y altiva la Basílica de Nuestra Señora del Pilar.
Magistrales los trabajos realizados en 1881 por Felipe Sánchez, Francisco de Herrera y Ventura Rodríguez, entre otros.
Es alucinante el Retablo Mayor de Damián Forment, pero no se queda a la zaga el coro de madera de roble de Flandes, creado por los maestros artesanos Moreto, Dbray y Lobato.
Si alzamos la mirada a los techos nos toparemos con las pinturas de González Velázquez, Goya y Stolz.
Dan mis palabras paso a las fotografías.