Para Joseph (Peter Mullan) la vida no es más que expirar violencia mientras que para Hannah (Olivia Colman) sus días transcurren inhalando temor. Él es un ser amargado que encuentra en la ira su válvula de escape. Ella, una samaritana que vuelca en el cristianismo sus debilidades. De él poco sabemos. De ella demasiado. Los personajes están estudiados al milímetro, sin embargo expuestos de manera desequilibrada. La inteligencia del guión radica en la necesidad imperante de conocer el pasado de Joseph con el objetivo de entender su comportamiento y para ello hemos de hundirnos en la vida miserable de Hannah.
Lo mejor: su falta de moraleja.
Lo peor: recurrir a lo incómodo en ciertos pasajes es muy cómodo.