En este año tan distópico y pandémico se cumple en centenario de uno de los mejores autores de ciencia ficción y fantasía. A pesar de que famoso por sus relatos de Crónicas Marcianas o su novela Farenheit 451, me gusta más acercarme a él desde este libro-manual.
Zen en el arte de escribir (Editorial Minotauro) se ha reeditado este año con motivo de dicho centenario. Consta de once ensayos cortos en los que Bradbury reflexiona en lo que la escritura significa para él y cuáles son sus métodos. No es un manual es escritura creativa al uso, donde se nos explican cómo crear personajes, los puntos de giro, las tramas, etc. También hay unos poemas maravillosos al final. De hecho, podéis leer aquí un fragmento del libro.
No, aquí Bradbury, con una voz cercana a la nuestra, nos explica cuáles son los trucos que él usa cuando está bloqueado, como la elaboración de listas de palabras hasta encontrar ciertos temas que se repiten. También la lectura incansable, el cine, etc. Pero sobre todo, mantener vivo ese niño interior enamorado de los robots y de los dinosaurios. Pero todo eso sin renunciar a leer poesía, a aprender y a seguir adelante.
De este modo nos habla de la pasión, de cómo mantener la Musa a tu lado, de la capacidad que tienen nuestros recuerdos para suscitar historias, etc. Pero sobre todo la idea de que escribir es divertido, es una celebración y no una obligación ni algo que nos tenga que resultar pesado. Es cierto que a veces decimos que no tenemos tiempo para ponernos a escribir, pero la Escritura es agradecida y si le dedicamos un pequeño esfuerzo, ella nos lo devolverá con creces.
Ray nos cuenta que estuvo a punto de renegar de su colección de Buck Rogers por miedo a que sus amigos se rieran de él si se enteraba que coleccionaba cosas. Al final se dio cuenta de que salía perdiendo con el cambio y que aunque se sintiera más integrado socialmente, estaba vacío por dentro. De modo que volvió a su colección.
“Si uno escribe sin garra, sin entusiasmo, sin amor, sin divertirse, únicamente es escritor a medias. Significa que tiene un ojo tan ocupado en el mercado comercial, o una oreja tan puesta en los círculos de vanguardia, que no está siendo uno mismo. Ni siquiera se conoce. Pues el primer deber de un escritor es la efusión: ser una criatura de fiebres y arrebatos. Sin ese vigor, lo mismo daría que cosechase melocotones o cavara zanjas; Dios sabe que viviría más sano.”
Después vinieron las revistas pulp, las dificultades de los comienzos, las eternas dudas que tenemos todos los escritores no sólo al principio sino a lo largo de nuestra carrera, por larga que sea. Ray nos habla como si fuera un buen amigo, con confianza y nosotros, meros mortales, no podemos más que agradecer sus consejos e intentar aplicar a nuestra propia obra su filosofía del trabajo.
Escribe sin pensar, siguiendo esa pasión, al menos en el primer borrador. Luego ya te preocuparás de corregir y mejorar, pero diviértete con ese primer borrador.
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