Cita del libro:
—¿Has visto alguna vez una nave tan majestuosa? —El almirante Horacio Ignus, de Leo, abre los brazos y los despliega a lo ancho. Tanto él como yo estamos reviendo nuestra parte del plan, para que cuando llegue la hora todo corra sin complicaciones. Es un hombre gritón, efusivo, con un ancho rostro leonino y una gruesa barba marrón. Cuando me subí a bordo por primera vez, le ordenó a su orquesta que tocara una fanfarria y me saludó con un beso en cada mejilla.
—Bienvenida, pequeña dama —dijo—. No debes temer mientras estés a bordo del Avefuego.
Como si fuera un crucero de placer y no un buque de guerra.
—Almirante, estaba esperando aprender más acerca de la estrategia de batalla...
—Tenemos eso suficientemente bajo control, cariño. Confía en mí, liquidaremos a ese asesino hijo de puta. —Es condescendiente, como la mayoría de los leoninos, pero tiene buen sentido del humor, así que es difícil no tenerle simpatía—. Solo mantén el ojo en las cosas metafísicas y deja el trabajo físico en nuestras manos.
Lo único que sé del plan de batalla es que está basado en lo que Ignus llama una finta. En deportes marítimos, es cuando se finge ir para un lado y, apenas se logra distraer al contrincante, los compañeros de equipo van para el otro. Pero como no hago deportes, no sé cuán a menudo funciona. Lo único que sé es que, sin los escudos de Hysan, no tendríamos ni la más remota posibilidad.
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