Teniendo en cuenta esto, está claro que lo que sí consigue el director neoyorquino es provocar la risa en un cóctel desternillante de géneros, dando lugar a un combinado de películas como "Scream" de Wes Craven, "Los albóndigas en remojo" de Robert Butler e incluso las traviesas ardillas Chip y Chop de la factoría Disney.
Toda la película, que como curiosidad sólo tendrá estreno vía DVD a partir del 9 de diciembre de este año, está repleta de clichés de serie B de diferentes tipos de películas de los años 80 y 90. Un grupo de jóvenes desvergonzados y con ganas de sexo, un perro nadador, un lago con su típica plataforma, una cabaña de madera con un solo lavabo, un bidón con productos químicos de desecho, infidelidades ... y ¡claro!, unos animalitos en su hábitat natural que se transformarán en terribles y simpáticos enemigos.
La trama se desarrolla a partir de la ruptura amorosa de una de las protagonistas: la rubia Jenny (Lexi Atkins), que cuenta con sus amigas para pasar un fin de semana en el que recuperarse de la separación. Poco durará la cita de pijamas femeninos ya que la lívido y las ganas de descontrol de la atrevida y deslenguada Zoe (Cortney Palm), hará que ésta se ponga en contacto con sus respectivos novios, incluido el que no tendría que haber ido. Por último, la cabaña donde sucede toda la trama pertenece a la tercera representante del trío femenino: la modesta chica de gafas Mary (Rachel Melvin).
Así pues, la de gafas, la desvergonzada y la rubia triste se reúnen con todos sus chicos en una bucólica casa de madera donde las intenciones de todos son bien claras: sexo y diversión. Pero aquí no acaba la historia; al contrario, ahora comienza lo divertido cuando un camión conducido por los más peculiares individuos, se estrellan contra un ciervo y dejan escapar un bidón con residuos tóxicos que se traslada por el río hasta llegar a una curiosa construcción de castores. Los bichos así ganan fuerza, inteligencia y agresividad.
El resto de la película se centrará en cómo intentar salvarse de unas bestias que roen todo lo que encuentran, excavan túneles y devoran la madera colocada para tapiar las entradas. Cabe destacar el momento donde una de las “parejas” hace alusión al conocido juego de cazar castores tan propio de las máquinas recreativas. Los dos golpean con desenfreno todos los monstruosos seres con afilados incisivos y cara de muy pocos amigos. Es provocador y divertido el hecho de que las criaturas tengan más forma de peluche que de perversa entidad mutada.
Desde Sitges, Sergi Sanmartí (@horadelsdaus)