Como siguiendo la moda de los zombis y los vampiros, esto es, de los muertos vivientes, los alrededor de 700 terroristas de ETA en prisión acaban de exigir su libertad para que la banda no vuelva a asesinar.
Tipos con uno, diez o más terribles asesinatos, juzgados y condenados, la reclaman como pago a la banda por su promesa de no matar nuevamente, hecha hace quince meses por unos enmascarados con boina bajo el emblema del hacha y la serpiente.
Quieren imponer, además, que no se les aplique la “doctrina Parot”, que suma sus condenas hasta el máximo legal, normalmente treinta años de cárcel, que se desactive la lucha antiterrorista, y que no se detenga a los terroristas sueltos.
Parece que desde el anuncio etarra de abandono de las armas sólo un porcentaje mínimo de vascos aprobaría nuevos atentados, pero como ETA sigue viva, la experiencia enseña que lo malo siempre puede ir a peor.
Recuérdese que mantiene sus armas y que posee una organización política legal, gracias a Rodríguez Zapatero y su Constitucional, capaz de reactivar a muchos zombis, que se multiplican contagiándose aceleradamente.
Además, siempre quedan dudas sobre la voluntad de los gobiernos españoles de acabar ejemplarmente con la banda: Mariano Rajoy ya dio una muestra de debilidad liberando antes de lo necesario por razones de salud a Josu Uribetxeberria Bolinaga, doble asesino y sádico secuestrador durante 532 días de Ortega Lara.
Muchas víctimas del terrorismo temen que Rajoy y su ministro de Interior, el piadoso providencialista Fernández Díaz, hayan aceptado los acuerdos con ETA del apaciguador Zapatero.
Con ellos, los presos gozarían de paulatinas liberaciones, so pena de que sus camaradas libres vuelvan a atentar, como amenazan, o de que su brazo político llame a tumultos populares.
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SALAS