Dicen que el género de terror es muy sensible a los cambios sociales y, sobre todo, a los vaivenes económicos. Que sea el fiel reflejo de los tiempos parece que puede ser algo más que una sospecha razonable, aunque, naturalmente, tampoco es una ciencia exacta. Cuando la bonanza y el bienestar social campan por sus anchas predomina el cine de vampiros, quizás por ser éstos personajes más exquisitos, de un origen noble, poseedores de grandes mansiones, cuando no directamente de un gran castillo. Se impone por lo tanto cierto glamour que ha llegado de forma distinta a lo largo de los años, desde un aristocrático Conde con modales refinados, pero con su lado oscuro, hasta los nuevos vampiros new age, descafeinados pero muy de vestir de Emilio Tucci, relacionados con la saga "Crepúsculo". En cambio, el modus vivendi del zombi es de lo más precario. Desarrapado, sin voluntad propia, siempre hambriento y sucio, una escoria andante del cine de horror. Además puede ser un sin techo, siempre vagabundeando por las calles y caminos y, de tener un sitio donde cobijarse, no tardará en ser expulsado sin piedad por los vivos. Es carne de cañón, no hay remordimientos en su eliminación o, en el mejor de los casos, puede ser utilizado como mano de obra barata.
Dicen que el género de terror es muy sensible a los cambios sociales y, sobre todo, a los vaivenes económicos. Que sea el fiel reflejo de los tiempos parece que puede ser algo más que una sospecha razonable, aunque, naturalmente, tampoco es una ciencia exacta. Cuando la bonanza y el bienestar social campan por sus anchas predomina el cine de vampiros, quizás por ser éstos personajes más exquisitos, de un origen noble, poseedores de grandes mansiones, cuando no directamente de un gran castillo. Se impone por lo tanto cierto glamour que ha llegado de forma distinta a lo largo de los años, desde un aristocrático Conde con modales refinados, pero con su lado oscuro, hasta los nuevos vampiros new age, descafeinados pero muy de vestir de Emilio Tucci, relacionados con la saga "Crepúsculo". En cambio, el modus vivendi del zombi es de lo más precario. Desarrapado, sin voluntad propia, siempre hambriento y sucio, una escoria andante del cine de horror. Además puede ser un sin techo, siempre vagabundeando por las calles y caminos y, de tener un sitio donde cobijarse, no tardará en ser expulsado sin piedad por los vivos. Es carne de cañón, no hay remordimientos en su eliminación o, en el mejor de los casos, puede ser utilizado como mano de obra barata.