Zoolander No. 2, pasarela muy corta

Publicado el 17 febrero 2016 por Patrick Bateman @CinefiliasO
Posiblemente, Zoolander ha sido la película más demencial de las dirigidas/protagonizadas por Ben Stiller. 
Curiosamente, desde la fecha de su estreno en 2001, el film ha ido ganando adeptos, incluso, es considerada una obra de culto por un sector del público.
Stiller es consciente de los fans que ha generado su personaje Derek Zoolander a lo largo de más de una década, de manera, que rescata del abismo a su personaje más estúpido y descentrado.
Diez años después de conocerse entre pasarelas y sesiones de fotos, Derek y Hansel han caído en el olvido. Deciden entonces emprender una nueva aventura en busca de la fama y el éxito que perdieron. Para ello, viajan a Europa para enfrentarse a las nuevas celebridades.
La primera parte de Zoolander, te puede gustar o no, pero es innegable que goza de una frescura jovial, sarcástica, demencial y políticamente incorrecta. Un film en alto contenido glam, que arremete contra la faceta más esperpéntica del mundo de la moda.
Stiller aúna fuerzas con el guionista de Iron Man 2, Justin Theroux, con el que ya trabajó en Tropic Thunder y nos presenta una forzada secuela e inferior a la obra original, en la que Stiller sigue desluciendo al público con sus miradas acero azul o magnum.
Con una historia de contraespionaje de puesta en escena muy próxima a la saga Torrente, Stiller pone nombre de colonia -Zoolander No.2- a su secuela en la que los dos supermodelos se ven fuera de onda.
Los hipsters, la moda skater y lo underground predominan sobre el estilismo y glamour de ambos, ese contraste deja algún gag divertido, pero se le podría haber sacado más provecho.

Tal y como sucedía en su primogenita, la secuela sigue sin abogar por el sentido común y carece de pretensiones cinematográficas elocuentes, pero a Stiller eso no le importa lo más mínimo, se nota que le gusta caer en el mayor y divertido de los ridículos visuales.
Siguiendo la tónica descerebrada de la primera parte, la secuela es una sucesión de gags absurdos, que incluso, se permite realizar ciertos guiños a la obra original. Esquemáticamente, la secuela sigue mostrandonos idioteces varias que desfilan por la pantalla cuál modelo, unas con más gracia que otras, pero sin perder el ápice crítico contra el mundo de la moda. 

En general, la intensidad de los gags han perdido bastante frescura e ingenio, no son tan risibles como algunas de las secuencias de lo obra original.
Su personaje Derek Zoolander mantiene todos y cada uno de los rasgos que ya conocemos. Y Owen Wilson hace lo propio con su personaje Hansel, los registros de ambos, poco o nada han cambiado. De manera, que si te hacían gracia sus excesos interpretativos en la primera parte, lo seguirán haciendo aquí.

Personalmente, me ha parecido entretenida, pero, como he dicho, sus momentos cómicos no son tan divertidos y desenfrenados como lo eran en la obra original. Si te gusta la obra original, te entretendrá un rato, pero seguramente la olvidarás pasado mañana.