Zzzzzzzzzzzzzz

Por Martazz
Guisantito no habla mucho. Bien es cierto que sus ojos son tan expresivos que no necesita palabras, y de tan grandes que son, cuando sonríe te crujen los huesitos y cuando se enfada da hasta miedo. Leí no hace mucho que si se suma al lenguaje oral el de signos, los bebés van escogiendo cómo expresarse de modo que se sienten satisfechos y facilitan la comunicación con los padres. Siempre recordando que debía ser un apoyo y no una sustitución de la palabra, he estudiado los más útiles en mis conversaciones con él (más, agua, vamos, dormir, jugar...) y los voy empleando cuando me dirijo a él. El primero que aprendió fue "más". Creímos al principio que lo había asociado a comida y que entonces "más" podía simplemente significar "me gusta". Pero poco a poco ha ido demostrando que lo usa como el auténtico adverbio de cantidad que es. Sólo sabe otros dos, comer y dolor, muy útiles para saber si le duele algo o si tiene hambre. "Más" lo acompaña de sonido, pero los otros dos sólo hace el gesto. La cara de dolor y a veces el llanto es suficiente para entender lo que le sucede y cuando pide comida acompaña el signo relamiéndose y con cara de deseo. Con eso nos sirve. Cuando logra comunicarse muestra gran alegría y orgullo. Algunos ya me han dicho que eso va a ralentizar la adquisición del lenguaje oral, porque signar es más fácil para ellos. No parece cierto. Sigue aprendiendo palabras y demuestra reconocer muchos objetos que le nombramos. Lo importante es saber que él sabe que nosotros sabemos que él sabe que nosotros entendemos lo que quiere decirnos. Y además, ¡está tan mono signando...! Cada niño tiene su forma de expresarse y a través de los signos se evitan los malentendidos que podrían dar por ejemplo cuando Guisantito nombra un perro "guaguau" y el agua "guaguau". Si añade un elemento diferenciador mami comprende que tiene sed o que ha oído ladrar un chucho a lo lejos. 
Supongo que en el fondo lo importante es entenderse, igual que consiguen hacerlo las abejas mediante lo que hace poco se ha demostrado que es un lenguaje universal: el meneo. Hace unos años,  originales investigadores comprobaron que, a pesar de la diferencia de especies, las abejas asiáticas y las europeas lograban transmitir mensajes acerca de la ubicación de alimento. Mi bichito poco a poco se las apaña para pedir lo que necesita y su madre está orgullosa de cada pequeño logro, sea un sonido inteligible o un gesto. Eso sí, siempre que no sea el dedo apuntador, ese signo deíctico que hace confundir a todas las madres porque pocas veces se sabe si se refiere al vaso, al jarrón o al perro de peluche de la estantería más lejana.
El caso es que para llegar al entendimiento hay que poner todos de nuestra parte. Eso es lo que ocurre en "La abeja de más". En el panal se han dado cuenta de que no hay sitio para todas. Al hacer recuento descubren ¡que sobra una abeja! Comienza entonces la confusión, las críticas, ¡hasta el racismo! Y yo pienso: ¡Qué fácil es señalar al otro como culpable! Pi Andreu refleja con mucho humor y mimo cómo la confusión suele gobernar momentos de crisis y que es precisamente en esas ocasiones cuando una mente fría y equilibrada aporta las mejores soluciones. El libro que hoy reseñamos le encantará a Álvaro cuando crezca un poco. Su sentido del humor, sus trazos y su compleja composición visual se alejan del gusto habitual de los guisantitos, pero por esas mismas razones ha sido de los libros con los que más atención ha prestado, siempre con su entrecejo de concentración. Los más enanos encontrarán sin duda posibilidades de juego en sus páginas, como encontrar objetos (botijos, calderas, tuberías). ¿Os habéis dado cuenta de que la mayoría de los libros para enanos tienen siempre los mismos objetos y animales? Es normal que al final los acaben reconociendo, pero ya echamos de menos algo diferente. ¡Vivan los libros originales como “La abeja de más"! Kim Amate construye un escenario recargado de barrigotas a rayas, de un peculiar reino de antenas y miel lleno de detalles que embelesan. Suma además al texto elementos que enriquecen de manera siempre original al álbum. Recuerda a aquellos detalles secundarios que me encantaba encontrar en los tebeos de Mortadelo y Filemón. Como ejemplo nombraré sólo el pseuudo-Pentágono, que en esta ocasión muda su nombre por Hexágono (como no podía ser de otra manera en un panal) y que presenta un modo peculiar de identificación de sujetos, la "autorización por escáner de antenas con su correspondiente par de agujeritos. El álbum ilustrado en cuestión lo podréis encontrar en la editorial Takatuka, con tapa dura y con unas abejas dispuestas a dejarse leer. De banda sonora hoy Los macabeos: