Revista Educación

Aceite de ricino

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Aceite de ricino

Semillas de ricino (HediBougghanmi2014, CC BY-SA 3.0)

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Semillas de ricino (HediBougghanmi2014, CC BY-SA 3.0)

El halago debilita. Servidor es de esta cofradía y milita en ella con el fervor de los conversos. De unos años para acá sospecho en seguida de las palmaditas en la espalda, aunque por supuesto también necesito mi ración de vez en cuando. Me pasa con ellas como al personaje de Woody Allen en el monólogo final de Annie Hall:

Y, y recordé aquel viejo chiste. Aquel del tipo que va al psiquiatra y le dice: doctor, mi hermano está loco, cree que es una gallina. Y el doctor responde: ¿pues por qué no lo mete en un manicomio? y el tipo le dice: lo haría, pero necesito los huevos

Pero divago. Esquivo el tema que me ha traído hoy al blog. El adagio de la primera línea entra mejor en esa dirección que en la contraria. Como las puertas de los palomares, que ceden hacia adentro y se atascan hacia afuera. Si el halago debilita el reproche refuerza. Y últimamente ando sobrado de razones para reprocharme cosas. Leída a contrapelo la frase es incluso más desagradable.

En estos días de fracasos consecutivos he probado unas cuantas veces esta medicina amarga. Y entre el amargor y el recuerdo infantil de Zipi y Zape me ha dado por pensar en el aceite de ricino.

Ricinar -hacer tragar a la fuerza este laxante, cuyo uso se pierde en la memoria de los tiempos- era una práctica común entre los falangistas, a los que divertía contemplar cómo sus enemigos políticos se iban por la pata abajo. También lo practicaban los fascistas en Italia y los británicos antes que ellos en la India colonial. A decir de la Wikipedia, sus efectos purgantes tienen que ver con su capacidad para irritar las mucosas intestinales.

Yendo un paso más allá, el principio activo del aceite (la ricina) es altamente tóxico. Interfiere con las síntesis de las proteínas y causa hemorragias severas, además de un desplome de la tensión arterial. En 1978, el disidente búlgaro Georgi Markov fue asesinado en las calles de Londres al recibir un dardo inyectable cargado con esta sustancia. Un agente de los servicios secretos de su país se lo disparó desde un paraguas trucado.

Ricino y fracaso son parientes cercanos. A dosis bajas liberan. A dosis altas matan.

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