Revista Educación

¿Aceptas bien las críticas?

Por Siempreenmedio @Siempreblog
¿Aceptas bien las críticas?

¿Aceptas bien las críticas? Se me ocurren pocas cosas más difíciles que encajar la dureza de tu propia verdad cuando te la ponen delante de la cara. La ausencia de autocrítica, o más bien la falta de una reflexión sobre lo que vales o lo que sabes hacer, es lo que te impide ser capaz de poner fin a esos errores que has repetido una y otra vez. Y ver tu realidad.

Hasta hace pocos años, la única manera que tenía el exhibicionista para darse a conocer era tratar de aparecer en algún programa de radio o televisión que le proporcionara unos minutos de onanismo físico y mental. Pero era muy difícil destacar, y normalmente siempre terminaban llamando a otro con mejor sonrisa y mejor pelo. Hoy todo ha cambiado y las redes sociales son el refugio de todo aquel que cree tener algo que mostrar al mundo.

Un estudio del año 2018 demuestra que los influencers, Instagramers, youtubers y fraudulenters en general, han defraudado en España 12 millones de euros. Un tercio de su facturación, que suma 36 millones, no se declara. ¿Qué quiere decir? Que mientras usted y yo que nos hemos formado para lo nuestro, pagamos a Hacienda y a la Seguridad Social, esta gente que no sabe hacer la o con un canuto ahí está. Y encima un cuarto de sus seguidores se estima que son falsos/comprados.

A ver si alguien regula semejante patraña para que haya un mínimo de control y que se respete a tantos licenciados, graduados y diplomados en marketing, periodismo, ciencias de la información... Profesionales que están en la calle o cobrando cuatro duros. O que se prohíba que alguien venda a través de redes sociales un curso de 150 horas ofreciendo abiertamente "ser historiador del arte" al grito de (literal) "estamos seguros de que no hace falta pasar de 4 a 6 años en la Universidad ". Ese es el mundo de terrible intrusismo en que vivimos.

Lo decía mi amiga Erica esta semana, en un alarde de sinceridad de esos suyos, mezcla de la pasión que ella siente, del orgullo herido de la profesional, o sencillamente porque -en sus propias palabras- el embarazo le ha quitado el filtro: "Cinco años de carrera, master, posgrado, acreditaciones oficiales, formación continua y ocho años de experiencia profesional como psicóloga, para que ahora con cualquier curso todo el mundo sea especialista, terapeuta, experto, coach y mil títulos más sobre conducta humana, educación, emociones y crianza. Zapatero a tus zapatos, que hoy todo el mundo sabe de todo, coño, y lo peor es que se atreven a enseñar, dar consejos y cobrar por ello. No se fíen de cualquiera, los profesionales están para algo y el sentido común también".

Imposible decirlo más clarito y mejor.

La falta de autocrítica de la que hablaba, trabajada desde un exceso de generosa subjetividad sobre nuestras propias capacidades, impide que seamos capaces de poner fin a los errores y llegar a la excelencia. Y así es. Los hay que viven permanentemente inmersos en la espiral del tonto, el que prefiere dibujar un mundo de color que le evada de la realidad que le rodea, pero que a la vez todo lo sabe. Esa ausencia de capacidad crítica termina siendo una especie de salvoconducto que les permite hacer o decir lo que desean. Los hay que terminan escribiendo un libro.

Yo no entiendo a esa gente. Será porque no he trabajado nunca por el éxito, sino por hacer las cosas bien. Tampoco he comprendido nunca la envidia. Al contrario, me alegra profundamente el éxito ajeno, que le vaya bien a todo el mundo, aunque no sean mis amigos. Vengo de una familia muy humilde y jamás nadie me ha transmitido que desee lo que tiene el otro, sino que luche por lo que yo puedo conseguir. Que te importe lo que tienen los demás es la mejor forma de estar amargado, porque siempre hay alguien más rico que tú, más guapo que tú, más inteligente que tú, mejor que tú en todos los aspectos.

Lo cierto es que no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo. La gente es lo suficientemente inteligente como para saber qué hace cada uno. Yo no suelo dormir mucho y estas líneas las escribo pasadas las dos de la madrugada, pues apenas descanso cuatro o cinco horas al día. Llevo trabajando desde los 21 años: Cuando empecé en la radio estudiaba y trabajaba. Y sigo deseando aprender, porque a eso hemos venido a esta vida, este ratito que estamos aquí.

Hoy no tengo ninguna certeza: Cada día tengo más dudas: Cuanto más aprendo, más quiero saber, y aunque la información sea peligrosa siempre prefiero saber. Esa espiral del tonto, francamente, no me interesa.

Si yo algún día diera mi versión... Pero ¿para qué?

(Pero... No te olvides de La Palma)


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