Revista Educación

Aguirre versus Carrillo (o viceversa)

Por Siempreenmedio @Siempreblog
La última semana ha sido apasionante para el periodismo español. Los periodistas lo han tenido fácil en cuanto titulares, no digo al trabajo diario que debe haber sido bastante intenso, de esas jornadas que le dan a uno la adrenalina justa y necesaria para continuar al día siguiente con el mismo tema o la misma historia y sacarle el máximo provecho. Confieso que a mí me encantan, “me ponen”, como la noche de las elecciones.A lo que vamos. La manifestación del sábado en Cataluña para reclamar la independencia, la dimisión de Esperanza Aguirre como diputada regional y presidenta de la Comunidad de Madrid, y el fallecimiento de Santiago Carrillo han aportado en estos últimos días vidilla a la profesión. Sobre todo por lo inesperado de los sucesos. Nadie imaginó que la masa de catalanes concentrados en el centro de Barcelona iba a llegar al millón de personas y menos aún que Esperanza Aguirre, ese animal político del Partidoo Popular (PP), iba a presentar su renuncia. Lo de Carrillo, quizás por su edad y porque su salud se había deteriorado en los últimos meses, era más previsible.Reconozco que en los dos primeros casos no se me movió un pelo. La reivindicación catalana siempre me pareció absurda, más en los tiempos que corren, y, en el segundo, me sumé a la valoración de un colega: “Una facha menos”, por duro que parezca. Nunca le tuve ni la más mínima simpatía.No me sucedió lo mismo cuando me enteré, un día después, del fallecimiento del histórico dirigente del Partido Comunista de España (PCE). Quizás por eso de que siempre tiré más por la izquierda que por la derecha. No dejo de preguntarme qué noticia hubiesen priorizado los periódicos, para quién serían las portadas, si hubiesen ocurrido el mismo día.En tan sólo un par de horas deglutí las informaciones sobre Carrillo. Una biografía interesante, alucinante, por momentos confusa y también contradictoria. Un hombre apasionado al que me hubiera gustado conocer y entrevistar pero del que me acordé demasiado tarde. Ayer, durante la siesta y con un cigarrillo en la mano, un elemento que consideraba fundamental para poder debatir, se quedó dormido para siempre.

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