Revista Educación

Amorosado

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Amorosado

Vista de Ribeirinha (Oporto), por José Moutinho @ Flickr.com (CC BY 2.0)

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Vista de Ribeirinha (Oporto), por José Moutinho @ Flickr.com (CC BY 2.0)

En La Palma hablamos un español felizmente contaminado. En toda la isla, y sobre todo en el noroeste, sobreviven voces impuras y melosas, nacidas al oeste de La Raya. Supongo que van en declive (a la par, dicen algunos, que el español hablado en Canarias), porque en su uso hay un fuerte gradiente generacional: los más viejos son en la práctica bilingües, los maduros puntúan su vocabulario de lusismos (barboleta, relva, tortullo) y entre los jóvenes hay que buscarlos con lupa.

Pero no acaban de morir. Ayer, sin ir más lejos, me topé con uno de mis favoritos. Y me alegra decir que, por suerte, brotó en la conversación con un tipo que peina bastantes menos canas que yo: “Al principio parecía que la pieza no encajaba, pero siempre la fui amorosando y al final entró”.

Amorosar es ablandar. Es conquistar con los dedos. Es mimar. Es sobar hasta fundir. Es persuasión cocida (es decir, guisada) a fuego lento. Es vencer la tozudez de un calzado que hiere (es decir, que manca). Es un devaneo, una argucia del tacto. “Moroso” en portugués es lento. Y “caso amoroso” es un flirteo, una aventura, un affaire.

Con el paso de los años, yo mismo noto que me voy amorosando. Que mis opiniones se hacen menos fuertes y mis indignaciones se apaciguan. Que me derrito con una llama más baja. Y es una paradoja curiosa, porque en mis genes late una furia ancestral que mis parientes atribuyen al apellido Gómez (un antropónimo bastante sospechoso de portugalidad).

Acaso uno de mis antepasados fuera un cascarrabias venido de Madeira o de las desembocaduras del Douro o el Tejo. Un viticultor de cepas de malvasía o un maestro azucarero. Un tipo amargado y rodeado de dulzuras. Me gusta imaginar que, como este que les habla, mi ancestro Gomes se fue amorosando con las décadas, por el contacto prolongado con el guarapo o las uvas pasas. Y que de esos barros vienen estos lodos y estas mestizas contradicciones mías.

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