Revista Educación

Brillos apagados (microrrelato)

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Se llamaba Ágata. Era preciosa: tenía una frondosa melena granate que contrastaba con el intenso azul zafiro de sus ojos, sus dientes parecían perlas y sus labios, rubí. Cuando su marido la conoció, siendo muy jóvenes, estaba convencido de que era un diamante en bruto y con los años se había convertido en una auténtica joya de mujer.

Un día, cuando él empezaba a tener el pelo color plata, habló seriamente con ella. Le explicó que la joyería había dejado de ser buen negocio, que estaba decidido a cerrarla y a abrir un Compro oro. En ese instante ella supo que ya no llegarían a cumplir juntos sus bodas de platino.


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