Revista Educación

Callar

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Callar

Solo una mirada era suficiente para saber que era mejor callar que hablar. Así era, un hombre con infinidad de temas tabú. Nunca habló ni de su paso por el seminario ni de su primer trabajo en la escolta de un dictador. Nunca hablaba de política o de religión. Tampoco resistía una conversación ajena sobre esos dos temas en su presencia. Huía de ellos como de la peste. No volvió a pisar una iglesia ni a ver un desfile militar.

Contaba poco y quería mucho con gestos, y quienes estábamos a su alrededor, no nos preguntábamos por qué, simplemente aceptábamos las reglas. Cada uno de nosotros fuimos formando nuestras ideas sobre la ausencia de las suyas, sus silencios y sus gestos.

Huyó siempre de una crítica gratuita, un cotilleo, un juicio de cualquier persona por su condición fuera la que fuera. Repudiaba las visitas cotillas y se aislaba ante comentarios inútiles. Calló casi toda mi vida.

La precariedad económica y la búsqueda de un futuro mejor determinó la decisión de sus padres de que ingresara en el seminario, así podría estudiar una carrera. No duró mucho. La búsqueda de una salida laboral le llevó a desempeñar un trabajo que nunca sabremos qué produjo sobre él. También lo dejó pronto. El silencio se convertía en todo tipo de sospechas y cada uno de nosotros se imaginó una historia sobre él. Las mejores y la peores.

El otro día oí como dos personas reflexionaban sobre los silencios de la transición. Sobre cómo una generación entera ha callado, y me di cuenta de que él era esa generación. Años y años de silencio quizás por miedo, quizás porque sus opiniones estaban tan determinadas por las circunstancias que prefería que nosotros nos formáramos las nuestras.

Han sido lustros de ocultación, de mantener ese temor a decir lo que no conveniera, de rumiar en silencio por eso de lo que muchos llaman "no abrir heridas".

Existen varias generaciones enteras que han vivido en la entelequia de una transición imperfecta, pero que se adornó de bonita y muchos de ellos siguen sin contar o ya no pueden hacerlo.

Ya nunca lo sabré porque nunca se lo pregunté. Cuántos como él se han llevado o se llevarán a la tumba unas vivencias necesarias para todos nosotros. Quizás si hubiera vivido un poco más, hubiera soltado ese lastre que le empujaba a no hablar.

El 27 de este mes hubiera cumplido 81 años. Se llevó muchas cosas, se llevó su historia y sus recetas.


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