Casas con bicho

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Recientemente, leía un informe en que se reflejaba que ciertos inmuebles en Estados Unidos o Reino Unido podían ofrecer una variación del 40% en el precio final respecto a otras viviendas, simplemente, por el nombre de la calle o del distrito. Está claro que a nadie le gusta vivir en una calle de nombre feo o escatológico pero ella no cree que sea esto sea determinante en España donde se buscan más condiciones de distribución, situación y, sobre todo, de precio.

Si bien es cierto que ella siendo un tanto supersticiosa –sólo porque no serlo igual da mala suerte- se sorprendió cuando una amiga de su niñez le comentó que su maravillosa casa de verano con piscina y amplia terraza estaba emplazada en la Rambla del Diablo de Oropesa. ¿De verdad que no había otro nombre? Está claro que la crisis económica hace invendible cualquier inmueble pero quizá vivir en la dirección de la Niña del Exorcista tampoco sea lo más atractivo del mundo.

A ella le ocurrió tres cuartos de lo mismo con su casa. Tanto elegir sobre plano la distribución, la altura, la orientación sur-este por aquello de la luz y las vistas al jardín, cuando le dieron las llaves casi le da un parraque: en la puerta de la casa de sus sueños figuraba el número 13. A sabiendas, la constructora siempre habló de fases, bloques y letras para despistar y evitar suspicacias. Derrotada, se le antojó pueril y absurdo protestar.

Los perros viejos de las inmobiliarias no van a permitir que estos pequeños detalles impidan una venta. Con el 40% de los pisos en stock, la mayoría de ellos en manos de entidades financieras, la última moda es vender pisos con bicho. Es decir, pisos okupados a mitad de precio con la condición de que el desalojo corra a cargo del comprador. Imposible ver la vivienda con anterioridad a la transacción, por razones obvias, y la inmobiliaria no se hace responsable del estado final del piso.

Aquí probablemente el nombre de la calle sea perfecto pero lo que es realmente feo, por inmoral, es el beneficio por ambas partes de una venta a la desesperada. Las dos caras de la crisis. Enloquecida e inhóspita.