Revista Educación

Cateto bajo el volcán

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Cateto bajo el volcán

Hay muchas islas en cada una de las Canarias. La Palma son casi cinco islas en una. Pasamos del macizo rocoso del norte al escarpado verdor de La Caldera de Taburiente. El cálido sur respira el mismo aire, pero parece otro lugar. La vertiente oriental apenas se percata de lo que sucede en la occidental, separadas -o unidas- por una cordillera que hasta diferencia los climas en uno y otro sitio.

El avión aterriza en la cara este y te dedicas a hacer un poco de turismo. En solo 24 horas no da tiempo a adentrarte en Los Tilos o en el Roque de los Muchachos, ni de darte un paseo de esos que solo pueden darse por las calles de Santa Cruz de La Palma, así que te planteas lo más inmediato con una caña en Los Cancajos y, si se tercia, te das un baño delicioso. Las calles pavimentadas de negra arena como de playa canaria te hacen suponer que algo pasa. Pero realmente no ocurre nada digno de mención.

Y coges la carretera hacia el sur. Fuencaliente es el lugar elegido. Allí te espera el que era el trozo de tierra más joven de Europa, ganado al mar hace cincuenta años desde la erupción del Teneguía. Disfrutas de la belleza de los charcos y la playa de Echentive y vuelves a detenerte en la subida, a gozar de unos camarones y otra cañita, que hay que hacer boca antes de disfrutar de un excelente almuerzo. Hay más arena negra acumulada sobre las mesas. Pero sigue sin pasar nada.

Cae la tarde. Después de atravesar la vetusta pista del antiguo aeropuerto ya estás cruzando el túnel de la cumbre, que acerca desde hace unos años las dos vertientes de la isla. Nublado. Cielo totalmente cubierto. Vaya mala suerte. No vas a poder ver aquello que has venido a visitar. Da igual, tu corazón late con fuerza. Se te corta la respiración. Y al poco te percatas de que sí pasa algo: Ese ambiente tan cargado y esa oscuridad no son esponjosos cúmulos, sino el humo que lleva dos meses empañando el cielo de La Palma. A lo lejos, violento, el volcán que querías ver te recibe con una perreta descomunal.

Cateto bajo el volcán

Asusta contemplarlo. Durante más de una hora estás en shock, incapaz de hacer otra cosa que maravillarte con esa fuerza desatada de la naturaleza. Pero más alucinante es la imagen de las negrísimas coladas que ha dejado como testigos de su violencia, bajo las cuales yacen Todoque, La Laguna, centenares de metros de carreteras y explotaciones plataneras del más valioso terreno rural del archipiélago.

La plaza de la iglesia de Tajuya, en El Paso, a escasos kilómetros del terrible monstruo de más de mil metros de altitud que ha surgido de la nada en Cumbre Vieja, es un enclave entre el horror y la belleza. Impresionan las explosiones, pero mucho más la negrura del humeante malpaís que ha partido en dos el fértil valle de Aridane. Otra isla más dentro de la isla. Y subes al mirador del Time a contemplar al bicho, como allí lo llaman, en todo su horrible esplendor.

Ante esa visión no puedes hacer otra cosa que pensar qué hubiese pasado si en lugar de romper en ese lugar destinado a llamarse Tajogaite o Cabeza de Vaca, todo ese horror se hubiese desatado en cualquier otro sitio mucho más habitado de La Palma, o que fuesen tu casa y tus recuerdos los que yacen debajo de la lava...

Cateto bajo el volcán

Y sacas mil fotos. Y vuelves a Tajuya. Y, de nuevo, al mirador del Time. Sea por la tarde, de noche o de día, sobrecoge la visión desde el cráter hasta la inmensa fajana allí donde solo había acantilado y playa, ese ruido como de fuegos artificiales o crepitar de llamas que tú solo escuchas unas horas y que se ha convertido en una tortura para centenares de vecinos. A dos kilómetros, en el pueblo de Los Llanos de Aridane, todo se cubre de arena en cuestión de segundos. Te percatas de que tú mismo estás hasta arriba de esa misma arena que el volcán no deja de lanzar al aire.

Sinceramente pienso que, de momento, lo mejor que podemos hacer por nuestros hermanos de La Palma es visitar esa tierra única y contribuir allí, consumiendo sus maravillosos productos, alojándote en la zona y ayudando a generar ingresos. Ellos no son monos de feria, son personas que necesitan de nuestro apoyo y un turismo respetuoso y tranquilo. Y te das cuenta de que tú no eres un cateto bajo el volcán.

Las decisiones políticas se toman por encima de nuestras cabezas y deben ser mucho más rápidas, acompañadas de las ayudas que necesitan aquellos que lo han perdido todo. No esperen a que se apague el volcán para empezar a pagarlas. No hagan que nos avergoncemos de ustedes por no saber priorizar lo verdaderamente urgente.

Ahora, más que nunca, no te olvides de La Palma.


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