Revista Opinión

Censores demócratas

Publicado el 15 noviembre 2013 por Jrobertogonzalez

padillabarcelona
La organización de la World Press Photo eligió la foto del maestro Padilla para las banderolas que publicitaban en Barcelona la exposición fotográfica de la cual formaba parte. Esta circunstancia fue prohibida por un concejal del Ayuntamiento de Barcelona que estimó que esa imagen no era adecuada. En Madrid estos días otro concejal mandó retirar de una exposición una imagen de Ana Botella. La alcaldesa ordenó su reposición. Aunque hayan sido elegidos democráticamente, tales conductas los hacen demócratas disminuidos. La oligarquía política es una especie depredadora de la sociedad civil, con afán de llegar a cualquier ámbito en el que se organice la sociedad. La supervisión política a la totalidad de las acciones del individuo, preocupada por dirigirnos, tutelarnos, en definitiva controlar, no vaya a ser que sea perjudicial no para el interés general sino para el interés partidista. Una parte del arco parlamentario clama en contra de que la selección del marqués de Del Bosque juegue en la Guinea Ecuatorial de Obiang. Nadie se opuso a que mandáramos nuestros deportistas a los juegos de Pekín. Pensemos que si la comunidad internacional hubiera tenido el mismo talante, los cuarenta años de Franco hubieran dejado al pueblo español huérfano de deporte internacional. Todos a Francia a ver fútbol y pelis picantes. El deporte y el arte deberían ser ajenos al control político, -no que no se regulen y ordenen-, para que el poder político no interfiera en sus expresiones. Una foto o cualquiera otra manifestación artística no deben ser objeto de censura alguna. Nuestro orden social impide que se persiga de muerte a un autor, pero al fin y al cabo entre el talibán que te pasa a degüello por caricaturizar a Mahoma y el concejal que decide lo que se ve y lo que no, la distancia es meramente formal, porque ambos coinciden en la posición de filtrar la libertad de expresión. Por ahí fuera hay una exposición de fotografías de ojetes, a tamaño hiper, que te permite distinguir perfectamente los pelitos y los pliegues. Hasta esto es arte. Que conste que mi capacidad intelectual no da para comprender buena parte de la pintura y escultura contemporánea, por lo que me quedo con el arte de antes, incluida la arquitectura, donde ningún contemporáneo ha logrado mejorar el pasado.

La censura del franquismo dió para mucho, pero acaso los de ahora por ser elegidos democráticamente merecen autocensurarnos en la crítica para darles un trato menos desconsiderado que a los de blanco y negro. Posiblemente los actuales sean más peligrosos.


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