Revista Expatriados

Cómo se adapta uno a la vida polaca

Por Nestortazueco

 

Como se adapta uno a la vida polaca

Al llegar a este país casi ningún extranjero habla el idioma. La excepción son los estudiantes de filología eslava que, más a menudo van a Rusia que a Polonia, pero verlos se ven.

La mayoría de nosotros hemos venido un poco a la aventura, y muchos tras los pasos de alguien de quién nos habíamos enamorado o como estudiante de Erasmus, que tras conocer a alguien especial decide quedarse por un tiempo sin saber que van a ser años, décadas o incluso para siempre. Puede sonar un poco raro emigrar a un país del que la mayoría sabe muy poco, y con una vaga idea de qué es lo que se va a hacer para vivir, pero todo eso ya lo expliqué en el post ¿Porqué estoy en Polonia?.

Ahora quiero explicar cómo es el proceso de adaptación a este país, lleno de extraños obstáculos y ayudas inesperadas.

Al principio uno no trabaja y tanto si se está de Erasmus como si no se hace nada en concreto se ve uno arrastrado a fiestas donde se le presenta a amigos que, muy a menudo hablan inglés. Como la mayoría de nosotros lo chapurrea nos entendemos con los que nos entienden y vamos por la fiesta oyendo una constante algarabía seseante  a nuestro alrededor, es el idioma Polaco. Nuestra pareja al principio intentará traducirnos los comentarios graciosos e interesantes que hace la gente pero, a menudo que se vea absorbida por los amigos nos irá dejando de lado y nos apegaremos como una lapa a cualquier desgraciado/a que hable español o tenga problemas de adaptación social.

Si nos presentan a la familia de la pareja cuando todavía ni chapurreamos el polaco lo tendremos más chungo para comunicarnos. La mayoría de personas mayores de cuarenta años aprendieron el ruso como idioma extranjero, unos pocos el alemán, por aquello de que la RDA era de los suyos, pero muy pocos hablan inglés o francés y mucho menos español. Hay personas mayores que piensan, contra toda lógica, que la forma de que uno les entienda es gritando. La abuela de mi mujer lo hacía con tanta vehemencia, tan cerca de mí, que a veces no sabía si no sería capaz de arrancarme la cabeza a gritos.

Cuando empecemos a chapurrear el polaco nuestros adelantos serán observados con regocijo por todos y, en la próxima fiesta a la que vayamos (a estas alturas quisiera recalcar que las fiestas polacas se parecen mucho a los guateques de los años 60, por cuestiones de clima prefieren no encontrarse en la calle), pues bien en esa fiesta ocurrirá invariablemente algo que es estándar. La tradición manda que se sirva el vodka en chupitos y que se beba de un trago a la voz de ¡Nasdrovia!

A excepción de los vecinos del este o los finlandeses, cualquier otro extranjero se encontrará en un estado deplorable después de seis o siete rondas y entonces comenzarán los típicos comentarios de “mira al pobre español, que poco que aguanta”, y “claro acostumbrado a beber vino que no tiene casi grados”. Esto les hace sentir orgullosos, pero, en su defensa he de decir que siempre tratan al extranjero con condescendencia y amabilidad, llevándole a que tome el aire o a un lugar donde poder echarse cómodamente a pasar la mona. Ahora, eso no les ocurriría nunca con los rusos o ucranianos.

Recuerdo un alumno, un alto cargo de una de las más importantes empresas productoras de maquinaria agrícola que me explicaba como era el proceso de selección para sus representantes en países al este de Polonia.

“Mira”, decía, “aparte de todo lo normal en un puesto de este tipo, el requerimiento más importante, el que es indispensable para llevar a cabo cualquier negociación con los países del este es que tengan mucho aguante al alcohol”

El directivo me explicó que a los candidatos que habían pasado las primeras rondas de selección se les llevaba a una casa de campo y se les ponía a beber durante varios días sin parar. De los pocos que soportaban hasta el final, se elegía al que había sido capaz de comprender mejor los contratos que le daban para firmar durante los últimos días. Alguno dirá, “Bah, que ingenuo, el tipo le cuenta un cuento chino y se lo cree sin más”. Le conmino a que tenga en cuenta dos cosas, la primera que a cualquier polaco, húngaro, checo, etc. al que le cuenten mi experiencia le sorprenderá muy poco, la segunda que al este de Polonia el vodka no se bebe de un trago en chupitos, se bebe de un trago, pero en un vaso lleno hasta arriba, y eso sí, tiene que estar bien frío.

Después de unos años, cuando ya hablamos polaco lo suficientemente bien como para manejarnos en todo tipo de situaciones, los polacos empiezan a considerarnos uno de ellos. Personalmente me resultó una etapa difícil, me di cuenta entonces de que me gustaba que me miraran como a un tipo exótico y perder ese estatus se me hacía difícil. Es una etapa en la que el contacto con una comunidad de compatriotas nos puede servir de salvavidas psicológico. Yo no lo tuve porque me movía en ambientes sin extranjeros y a veces me sentía como si me estuviera perdiendo a mí mismo. Actuaba como un polaco todo el tiempo y temía acabar dejando de ser español.  Mucha gente, llegados a esa etapa, comienza a percibir como insoportables defectos todo lo que diferencia al comportamiento de los polacos de lo que sería natural en nuestra cultura. En realidad se trata de un mecanismo de defensa contra los cambios que, inevitablemente, se están produciendo en nuestra personalidad. Adaptarse significa cambiar,  y los cambios aunque sean claras mejoras, y el convertirse en cosmopolita lo es, pueden ser dolorosos.  En los casi doce años que llevo viviendo aquí no he sentido en mi propia carne ni visto en otros nada que juegue más contra una buena adaptación que la resistencia a aceptar que nunca se volverá a ser el de antes.

Llegado el punto en el que uno ya habla el idioma con fluidez las nuevas trabas se encuentran en cosas que hasta entonces habíamos pasado por alto nimiedades como comprender el sentido del humor polaco y hacerse a la idea de que muchas personas a las que conocíamos de siempre cuando vivíamos en nuestro país de origen han cambiado mucho menos que nosotros o lo han hecho de una forma tal que nos hemos ido convirtiendo en desconocidos, sin darnos cuenta de cómo ni por qué. Para evitarlo es muy importante que mantengamos el contacto con los amigos y la familia, tan frecuentemente como sea posible, y para eso los medios sociales como facebook o tuenti, y los Messenger y skype nos vendrán como anillo al dedo.

 


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