Revista Educación

Cómo una película de juicios te puede sorprender

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Cómo una película de juicios te puede sorprender

Por cuestiones que no vienen al caso, hubo una época en mi vida en la que dediqué muchas horas a investigar sobre la dictadura de Videla en Argentina y las atrocidades que se cometieron entre 1976 y 1983. Aún así, no sentía demasiado entusiasmo por ver Argentina, 1985 (en cines y en Prime Video), película dirigida por Santiago Mitre, que narra el Juicio de las Juntas, un proceso que llevó ante un tribunal civil a nueve militares líderes de la dictadura. Reconozco que quien me hizo darle al play fue Ricardo Darín, por el que siento una debilidad insoportable ya, que interpreta al fiscal Julio Strassera. A los cinco minutos estaba soltando una carcajada. Insólito en una película que presuponía que iba a ser una tortura, pero ahí están la ironía con la que se enfrenta el fiscal a lo que se le viene encima para conseguir que se descargue la tensión.

Siento una envidia sana por un país que es capaz de mirar su historia, tomar la barbarie e intentar hacer justicia. Más que nunca es necesario que se escuche el mensaje que niega esa ofensa enorme de quienes continúan acusando a las víctimas de las dictaduras de provocar los golpes de Estado. Ocurría en Argentina (desconozco si alguien todavía utiliza allá semejantes argumentos) y pasa hoy en España. No, las víctimas nunca son las culpables de la violencia. Siempre hay una forma pacífica de dirimir las opiniones opuestas, un camino democrático y pacífico hacia la defensa de las ideas. El papel que interpreta Darín es el eje de un punto de vista que coloca la moral, la ética, por encima de cualquier ideología política, que se enfrenta a las amenazas por pedir las penas merecidas a los dictadores, con humor y resignación, porque sabes que es lo justo y necesario.

Cómo una película de juicios te puede sorprender

Aunque la película se enfoque en destacar la figura de Strassera como héroe nacional, que consiguió ganar un juicio tan improbable, no menos importante son el grupo de jueces que hacen posible que se pueda sentar ante ellos a los militares, la familia del fiscal que asume las amenazas con un humor pasmoso y el equipo de jóvenes que pone toda su energía en recabar las pruebas necesarias por todo el país. Sorprende la película como lo hace una de las anécdotas que se cuentan en los medios de comunicación sobre la joven del equipo que solía recibir por teléfono muchas de las amenazas de muerte y que terminó por contestar: "No, el horario de las amenazas es de 8 a 9, ya está fuera del tiempo".

El director Santiago Mitre ha señalado, quizás, el camino que permita abordar en otros países, como el nuestro, una historia vergonzosa en la que quienes torturaron, asesinaron y robaron no fueron juzgados. Quedan en Argentina, 1985 muchos temas pendientes; no podía ser de otra manera, porque es imposible, en dos horas, concentrar tantos esfuerzos de las familias de las víctimas por obtener un poco, lo mínimo, de justicia. Solo da unas pinceladas el guion de quienes durante la dictadura miraron para otro lado, pero ya se ve en las reacciones de los protagonistas la huella de una herida profunda. Faltan muchas películas para abordar una tragedia social semejante, pero, al menos, en Argentina han dado un primer paso muy importante, que consigue denunciar el horror, pero dar también el aire suficiente durante la película para que podamos respirar y seguir adelante.


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