Cuando una Musa te dice adiós
te queda un terreno tan baldío
en el hueco que habitaba el corazón
como una página en blanco
imposible de llenar
Cuando una Musa te dice adiós
te deja un vacío tan inmenso
como la botella en forma de coartada
que ahora ocupa su lugar en la cama
Llueve tinta malgastada
que anega los caminos de la razón
y la ponzoña que compone el mundo
adquiere la nitidez insoportable de la realidad
Te acompaña el grito sordo y mudo
de mil poetas trasformados en funcionarios
y las palabras son ratas abandonando el barco
cuando una Musa te dice adiós
y te lanzas a las noches incendiadas de alcohol
como un vampiro patético y sediento
de alguna pequeña dosis de versos
que consiga engañar al tiempo
clavándote las agujas del reloj en las venas
como jeringuillas de inútil placebo
y escuchas la carcajada desencajada
de las calles sin clemencia
que recorres como un nómada ciego
que perdió la brújula de su cuerpo
y la buscas a tientas en unos ojos vulgares
que no comprenden que vives muriéndote
porque una Musa te dijo adiós
llevándose con ella la última posibilidad
de no convertirte en un ser humano.