Revista Educación

Cuento de Fin de Año

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Cuento de Fin de Año

A Nadie le importa bastante poco el día en el que vive, pero sabe que hay una época en la que le dan más comida y no lo echan tan rápido de los portales. Un amigo suyo, que no vive como los demás metido en esos edificios, le ha contado que es una época mágica, en la que se cumplen todos los deseos, pero él no cree en esas cosas, sólo en la barriga llena y la sed saciada. Hace un tiempo conoció a un japonés (o eso le dijo él), que le contó que, en su país, eran venerados y Nadie no se lo dijo pero se preguntó por qué entonces seguía allí, en aquella calle sucia y fría. El japonés le aseguró que habían sido guardianes de sagradas escrituras y portadores de la fortuna y que, si se encontraba en ese lugar era para otorgarle a Nadie buena suerte. Un loco más. Después del discurso, Nadie, que sentía ya hambre, se encaminó a su lugar favorito, donde siempre le dejaban un poco de comida. Cuando satisfizo sus tripas notó cómo lo agarraban y levantaban en volandas y, aunque intentó zafarse, terminó por caer en una manta calentita bajo un techo. Enseguida dejó de arañar y gemir porque, cuando se le pasaron los nervios del susto, se encontró un rostro sonriente bajo los bigotes que parecía no tener miedo a sus uñas. Le señaló un cuenco con comida, otro con agua y un cartel con un nombre. ¡Un nombre por fin! Nadie había recibido un golpe de suerte y sintió que había acabado una etapa oscura y comenzaba otra que parecía muy brillante. Ronroneó de gusto y se dirigió a un árbol, plantado en medio del salón, dispuesto a romper alguna de las coloridas bolas.


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