Revista Arte

Cuestión de orden

Por Felipe Santos
Cuestión de orden

Il tabarro, Suor Angelica, Gianni Schicchi. Este es el orden original de este tríptico que alumbró Puccini muy poco antes de que la Gran Guerra terminara y el mundo cambiara ya sin remedio. No era de extrañar que el conjunto se inspirara en esa otra tríada, la del camino de Dante en su Comedia por los tres lugares postreros, aunque a tenor de los argumentos de aquellas óperas de un acto, el orden obedecía más a terminar con una comedia que al orden dantesco. La nueva producción del regista holandés Christof Loy en el Festival de Salzburgo ha venido dar una luz nueva a esa vieja cuestión del orden.

Gianni Schicchi, Il tabarro, Suor Angelica. Tiene razón Loy cuando manifiesta en el programa de mano su preferencia por esta sucesión, mucho más en la línea de Dante. El engaño de Schicchi tiene mucho de diabólico, aunque os haga reír el enredo familiar para sacar la mejor tajada del moribundo. El dúo de Lauretta y Rinuccio nos introduce a esa otra pareja, prohibida, de Luigi y Giorgetta, truncada por el crimen del despechado Michele, del que está lejos de arrepentirse. Suor Angelica paga entre los muros de un convento una culpa sin nombre, un hijo ilegítimo que ya murió, y decide poner fin a su espera para ya, por fin, poder abrazarlo. Inferno, Purgatorio, Paradiso.

Christof Loy no se sale de los ocres y los tonos oscuros para concebir un espacio común: una sala amplia de grandes distancias entre suelo y techo, entre la puerta y los primeros muebles, para la primera y tercera ópera. En el centro, una gabarra varada en la neblina del puerto y los muebles de la mente de Giorgetta, envueltos en el ambiente viciado y lumpen del embarcadero del Sena. Destaca la gran dirección de actores que produce una progresiva asimilación del carácter dramático con que terminará la obra y que revela lo acertado de este nuevo orden propuesto en Salzburgo.

Lo que no fue tan acertado y al final limitó bastante las posibilidades del conjunto, fue la errada dirección musical de Franz Welser-Möst, completamente fuera de estilo toda la noche y que comenzó con una orquesta altísima, que a duras penas dejaba espacio a los cantantes. Mejoró algo en la segunda parte, pero continuó con una obsesión académica y casi metronómica en pasajes que demandaban más rubato y lo que se conoce como Italianità. Eso no ayudó nada a Asmik Grigorian, que era la estrella de la noche al cantar los tres principales papeles de soprano del Trittico. Una spinto plena, como es ella, no transita con facilidad por estas tres tesituras, sobre todo en Suor Angelica, que demanda una voz dramática, con más carne. Aún así actuó de la manera excepcional a la que nos tiene acostumbrados y defendió sus agudos con uñas y dientes mientras el tutti tronaba en exceso. Es una gran cantante que no necesita de estos alardes para demostrar que lo es. Ella ya es maravillosa en los papeles que corresponden a su voz y aún le faltan unos cuantos. Esperemos que no se desvíe.

En el resto, destacaron Roman Burdenko, como Michele en Il tabarro, y Misha Kiria en Gianni Schicchi. El primero protagonizó un bello y dramático dúo con Grigorian, aunque luego se desinflara un poco en el momento cumbre del crimen. También fue reseñable del dúo de Grigorian con Alexey Neklyudov en la primera ópera, con una música inspiradísima pero esa noche fuerte en exceso para poder disfrutar plenamente de ella. Enkelejda Shkosa y Scott Wilde no terminaron de encontrar su sitio en toda la noche con unas voces demasiado inestables y ululantes. Del resto, sorprendieron agradablemente las intervenciones de Manel Esteve en la primera ópera y Martina Russomanno en las dos siguientes.

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Publicado por Felipe Santos

Cuestión de orden

Felipe Santos (Barcelona, 1970) es periodista. Escribe sobre música, teatro y literatura para varias publicaciones culturales. Gran parte de sus colaboraciones pueden encontrarse en el blog "El último remolino". Ver todas las entradas de Felipe Santos


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