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De musas y bombines.

Publicado el 06 julio 2010 por Anveger

Cuando aun soñaba, soñe que viajaba por distintas pieles, por distintos lugares, por distintos nombres; y no estaba soñando, sino despierto. La vieja aguja pinchaba una y otra vez la voz, ya cascada, de un pirata cojo que con parche en el ojo me enseñó a giñar el ojo malo al destino. Y es que tarde en guiñar, lo admito, pero cuando lo hize lo hize mal y no por falta de un buen maestro, sino por la falta de aquel punto canalla que nunca tuve. Las derrotas no eran amargas, sino agridulces ,pues siempre llegaba la noche con su voz casi apagada consolando espejismos de la almohada. Mas tarde cuando fueron amargas, mis compañeros, sus compañeros, nuestros eternos compañeros nos ayudaban a pasar la noche cantandole a la luna.

Mas me empeñé a iniciarme en el noble oficio de juglar que desde la más tierna infancia mamé en sus acordes, robándo algún que otro verso; el mismo verso en palabras distintas. Y aprendí que los versos son desconsolados y sus dueños los tristes y sus musas…hay sus musas. Llegaban para no volver, volvían para no llegar una, y otra vez. Por más que lo intentaba, corrían más que yo, y cuando lograba ponerme a su altura me daban un revés que me sentaban de culo en el suelo de la mañana, áspero y frío. Y sin embargo…no me daba por vencido.

No me quejo, pudo ser peor. Puede que el desdén que impregno siempre nuestras vidas causase ese enigmático caracter derrotado del cual nunca pudimos desprendermos. Pero en el fondo nos gustaba, porque solo él es capaz de enseñarte a encarrilar versos uno detrás de otro y nos dieron las diez o mejor aun las seis de la mañana.

Y si amanece por fin cuelgo mi bastón y mi bombín, yo te saludo Joaquín, y me voy a la cama hasta la próxima madrugada.

¿ Y por qué os cuento esto? Porque las musas últimamente andan de vacaciones y yo, que también ando (de vacaciones dicen), necesitaba escribir algo.



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