Revista Educación

De nombres y de perros

Por Siempreenmedio @Siempreblog
De nombres y de perros

A mí mi perro me ha cambiado la vida en muchos sentidos. Quizás el más evidente sea que antes de Batman, que así se llama, era incapaz de acercarme a un perro extraño. Él y los follones de 'soy un perro pechito palomo que puedo con todos' en los que me ha metido han hecho un trabajo inimaginable por muchas de las personas que me conocían.

Junto a eso, y unido a otras circunstancias, cambió mi ciclo vital y empecé a levantarme a la hora a la que antes me acostaba. Encima, saltaba de la cama y cuando volvía del paseo estaba de buen humor, que ese nunca había sido uno de mis puntos fuertes. Las mañanas en mi cabeza son, cuanto menos, como una manifestación violenta. Todo ello, pese a que mi única condición para tenerlo fue que "yo no lo sacaba por la mañana".

De nombres y de perros

Como se puede observar, ha doblegado totalmente mi voluntad. "Nunca digas de esta agua no beberé ni este cura no es mi padre", que dice mi madre. Esa cabezonería congénita no existe con él porque la suya es mayor.

Sin embargo, y sobre toda las cosas, lo que me ha hecho perder es la vergüenza que, aunque haya muchos que no se lo crean, siempre he tenido en grandes cantidades. Solo un episodio lo deja patente.

Domingo, cinco de la tarde, Parque la Granja. Apenas tenía unos ocho o nueve meses, pero ya se portaba muy bien, así que lo solté para dar un paseo. En segundos, una podenco corrió hacia él, de forma muy brusca, emocionada, ilusionada... Batman no lo entendió y salió corriendo despavorido.

Al principio, pude seguirlo con las piernas y luego con la mirada. Segundos después, desapareció en dirección a la calle Madrid. Había salido del parque y podía haber cogido cualquier dirección: hacia la Rambla, hacia la avenida Bélgica.

Quienes tengan perro saben lo angustioso que puede llegar a ser ese momento. Así que allí estaba yo, con mi pelo rizado normalmente bastante revuelto, en medio de la calle Madrid y de la avenida Bélgica gritando: ¡Batman!

Corrí, busqué y grité Batman una y otra vez con la esperanza de que me oyera, pero no fue así, hasta que un señor me señaló por dónde había ido.

"Si es un perro negro peludo se ha ido hacia la calle de la Da Canio, pero no se preocupe que la avenida Bélgica la ha cruzado por el paso de cebra", me dijo en un intento de tranquilizarme y hacerme reír al ver mi angustia.

Crucé, y no por el paso de cebra, y corrí gritando Batman por toda la calle, una y otra vez, hasta que por fin lo encontré llegando a la puerta de la casa en la que vivíamos en ese momento. No creo que sea necesario contar el episodio de lloros y desplome que vino después.

Las risas llegaron por la tarde, recordando el episodio y viendo desde fuera a una mujer de pelos locos gritando Batman por la calle.

Moraleja: Piensen bien el nombre de su perro.


Volver a la Portada de Logo Paperblog