Revista Cultura y Ocio

De un abogado contra la epilepsia.

Por Santos1
Beato Joaquín de Siena, religioso servita. 16 de abril.
De un abogado contra la epilepsia.Nació en Siena, en 1258, en la familia de los Picollomini, conocidos por sus riquezas y obras caritativas. Desde niño Joaquín mostró una profunda piedad, siendo amigo de visitar las iglesias, hacer oración y venerar las imágenes de la Santísima Virgen. Era amigo de los niños pobres, con los que jugaba y socorría siempre que podía. Dícese que en una ocasión su padre le llamó la atención sobre su caridad, a la cual debía poner límite. Joaquín le respondió que de él mismo había aprendido que lo que a los pobres se daba, a Cristo se daba, y que las riquezas no debían servir sino para darlas a Cristo. Con estas palabras su padre quedó edificado y en adelante le dejó hacer todo el bien que pudiera el niño.

Cuando llegó a la adolescencia y primera juventud, Joaquín redobló los ayunos y penitencias que ya hacía a escondidas. Oraba más que antes y se esforzaba aún más en los estudios y lectura espiritual. Por esta época tuvo su primer éxtasis, el cual vio su padre, quien se acercó a su habitación al ver una luz que traspasaba la puerta. Al mirar por la cerradura, vio al joven extático en medio de una radiante llama que no le quemaba.

Cuando llegó a la edad de elegir estado, el mundo le llamaba a un ventajoso matrimonio, pero un día tuvo un sueño, o visión, que lo cambió todo: Vio a la Madre de Dios que le decía: "No quiero, hijo mío, que permanezcas más tiempo entre los huracanes tempestuosos del mundo; entra en aquella religión que coloca toda su gloria en servirme, y que por esto merece la honre yo con mi singular protección. Algún tropiezo opondrán tus padres; pero yo te instruiré en el modo de vencerle: Ea, ve, y aumenta el número de mis amados siervos". Entendió Joaquín que la Santísima Virgen le hablaba de la Orden de los Servitas, aún nueva, y de la cual se hablaban maravillas, por su celo, piedad y devoción a la Virgen de los Dolores. Así que Joaquín, ya resuelto, se presentó ante San Felipe Benicio (23 de agosto), General de la Orden, para pedirle que le admitiera. El santo, sabiendo que los padres de Joaquín no lo permitirían, intentó disuadirle, pero nada. Entonces le admitió a condición de que sus padres estuvieran de acuerdo. Razones, súplicas, ruegos, lloros y amenazas, nada pudo retener a Joaquín, a quien sus padres no querían perder. Pero finalmente accedieron, pues su hijo nunca les había dado un disgusto ni pedido nada. Confiando en que era la voluntad de Dios, le dejaron hacer.

Allanado el camino, San Felipe Benicio dio el hábito servita al joven, quien fue un novicio ejemplar. Humilde, orante, paciente, caritativo, siempre dispuesto a perdonar, socorrer y ayudar. No se detenía ante los oficios más bajos o difíciles. Cuéntase que en una ocasión su maestro le prohibió participara en el acarreamiento de tierra en el que trabajaban los demás religiosos, aduciendo su juventud y poca fuerza. Le rogó Joaquín al menos le permitiera trasladar lo que pudiera con sus manos mientras los hermanos comían. Lo consintió el maestro y he aquí que de esta manera y por un milagro, en solo media hora Joaquín trasladó toda la tierra que habrían tenido que trasladar todos los religiosos durante días.

Habiendo estudiado la filosofía, los superiores quisieron ordenarle presbítero, pero Joaquín suplicó le dejaran vivir como un simple religioso, desconocido y retirado, sin brillar en el mundo por la retórica. Lo consintieron los superiores, pero aun así, la virtud de Joaquín pasó los muros del convento y eran muchos los que buscaban su palabra reconfortante, su caridad o sus milagros, que algunos más obró. Por esto pidió a los superiores le enviaran en secreto a algún convento donde no le conocieran. Fue trasladado a Arezzo, con dolor de los habitantes de Siena, que le querían mucho. Fue tanto el clamor, que el obispo pidió a los servitas que lo trajesen de vuelta. Joaquín regresó solo por obediencia, siendo recibido en triunfo, con gran rubor suyo.


De un abogado contra la epilepsia.
Viendo que era imposible mantenerse oculto como deseaba, se empleó en hacer todo el bien posible. Con su presencia impuso paz, provocó conversiones, unió familias, sanó enfermos y niños, aún a costa de su salud: a un epiléptico le aconsejaba paciencia con su mal, cuando este le espetó: "a los que están buenos y sanos les es fácil aconsejar la paciencia a los enfermos". Entonces Joaquín, sin decir una palabra, oró por él y el hombre quedó sano y contento. Pero no supo que desde entonces nuestro santito padeció de epilepsia hasta su muerte. Y aún este mal servía para mostrar su santidad. Un día, estando acolitando en la misa, le sobrevino un ataque, cayendo al suelo, mas la vela que sostenía para la comunión, quedó suspendida en el aire sin moverse y quedando así todo el tiempo que le duró el ataque.

Los demonios le atacaron muchas veces, y le tentaban, pero él siempre salió victorioso invocando los nombres de Jesús y de María, los cuales pedía siempre que fueran invocados por los fieles, como remedio a todos los males. Sufrió mucho Joaquín por unas llagas purulentas y agusanadas que le salieron en todo el cuerpo, siéndoles de gozo, pues decía le asemejaban a Cristo. Pedía constantemente a Cristo configurarse con él, y su mirada no se apartaba de Cristo.

El Jueves Santo de 1305 Cristo le confirmó mediante una visión que pronto moriría, el mismo día y hora que él, ya que toda su vida no había buscado sino imitarle. Esa noche el santo la gastó en orar, pedir perdón a sus hermanos de hábito, diciéndoles se iba pronto. Los religiosos dudaban, pues precisamente ese día le veían más animado que de costumbre. Joaquín les dijo: "Veo que no me creéis porque no hay señas que anuncien mi cercana muerte. Aún así, espero en la misericordia de Dios que antes que acabéis los oficios, acabe yo mi carrera". Y así fue, el Viernes Santo, 16 de abril de 1305, mientras los religiosos cantaban la Pasión del Señor, el bendito Joaquín expiró en medio de un éxtasis, teniendo 47 años de edad.
Los milagros junto a su sepultura fueron tantos y sonados tan sonados, que ya en 1320 la ciudad le llama "Beato", "patrono", y celebra su tránsito cada año, normalmente en la Octava de Pascua, por caer el día de su tránsito en Semana Santa. Su "vita" fue escrita sobre 1330, por un religioso que le conoció personalmente, y en este mismo año se costea un bello sepulcro para el venerado religioso. En 1609 Paulo V confirmó su culto y aprobó el Oficio Propio para la Orden Servita, siendo ampliado después a la ciudad de Siena por orden de Inocencio XI. En 1686 las reliquias fueron trasladadas a un arca pagada por Francisco Piccolomini, descendiente de familiares del Beato.

El Beato Joaquín es abogado contra la epilepsia.


Fuentes:

-Año cristiano o Ejercicios devotos para todos los días del año: Abril. RP. JUAN CROISSET. S.J. Madrid, 1818.
-http://www.treccani.it


A 16 de abril además se celebra a

San Druon de Sebourg, recluso.
San Thuribe de Le Mans, obispo.
Santo Toribio de Astorga, obispo.


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