Revista En Femenino

Después de la tormenta llega la calma

Por Expatxcojones

Después de la tormenta llega la calma

Tánger, 2014 expatriadaxcojones.blogspot.com


Hacía tiempo que no lloraba. Hoy lo he hecho. Además, por una chorrada, como suele ser habitual. Me emociono en el momento menos indicado con la cosa más estúpida.
Son las diez de la mañana. Salgo del gimnasio y conduzco de vuelta a casa. Pongo un CD. Els amics de les Arts. Me lo ha traído el Kalvo de su último viaje a Barcelona. Todavía no me sé las canciones pero justo suena una que ya había escuchado en la radio. Ja no ens passa. Y he empezado a llorar. No sé muy bien porqué pero no podía parar.
Si esto me pasa en Barcelona aparco el coche en la cuneta y llamo a alguno de mis colegas. A Dani y a Sergi. Para que me inviten a comer a su casa. A Oriol y Abel. Para salir a comer un menú fuera. A Sandra. Para perdernos en la FNAC.
Pero el Kalvo no está y ellos tampoco. Estoy sola. Completamente SOLA.
Así que he pensado: ¡Qué coño! Si te apetece llorar, llora. Y me he tirado todo el trayecto, los quince putos minutos, llorando.
Llorar de vez en cuando va bien. Es como hacer limpieza emocional. No soy de lágrima fácil. Quizás ese es el problema. Llanto acumulado. Pena. Rabia. Frustración. Soledad. Amor. Melancolía. Sueños. Ilusiones. Decepciones. Demasiadas cosas dentro. Había que sacarlas.
La culpa es de este maldito tiempo. Cuando me mudé a Tánger nunca se me pasó por la cabeza que esto fuera así. En invierno llueve mucho, me dijeron al llegar. Pero justamente ese año apenas lo hizo. El siguiente ya lo había olvidado por completo y entonces cayó la del pulpo. Días, semanas… casi tres meses seguidos con con el mismo tiempo. Lluvia. Humedad. Nubes. Todo, de color gris.
No puedes salir a ningún sitio. Vaya. Sí que puedes pero acabas como un pollo. Porque aquí, con el viento, la lluvia cae de lado y aunque lleves paraguas poco importa. Seguro acabarás mojado. Tiritando. Con el frío metido dentro del cuerpo.
Además está el viento. Aquí siempre hace mucho y cuando llueve te impide utilizar el paraguas como es debido. Te lo pone de un lado, te lo gira del revés, te rompe las varillas. Dos tormentas y quedan inservibles.
Otro factor que se acentúa con la lluvia es el riesgo de caerse. Ya de por si, el suelo es bastante resbaladizo, y, si encima está mojado, caminar por él es jugarse la vida a cada paso. Quizás también influya que yo sea un poco patosa. Solo un poco.
Me he caído un par de veces. Una de ellas fue memorable. Salía de la panadería. Iba jugando con Terremoto. Él hacía una cosa y yo tenía que imitarle: saltar a la pata coja, caminar sólo poniendo el pie en las baldosas rojas, hacerlo hacia atrás, de lado… Y en esas estábamos. Nos encontramos una pequeña rampa. Terremoto la bajó corriendo y cuando yo quise hacer lo mismo me pegué un morrazo de los de película. Las bolsas salieron disparadas por los aires y yo me quedé con el culo pegado al suelo. Un señor vino a ayudarme. Hice lo que todos hacemos en estos casos: fingir que estamos bien. Sonreír. Y irnos andando como si nada hubiera pasado. Con la única diferencia que a mí me costaba disimular. Iba medio coja. Tenía el culo dolorido. Me salió un moratón enorme y tuve problemas para sentarme durante una semana entera.
Cuando se pasa toda la noche y todo el día lloviendo sin parar, aparece ella. Y no se contenta en quedarse en un rinconcito de la casa. Se apodera del comedor. Ahí, justo en medio, sale la típica goterita. Clic. Clic. Clic. Y tengo que poner un cubo para recoger el agua. Y toallas para la que cae de la pared. Retirar la alfombra. Mover el sofá. Un coñazo que puede durar días.
El año pasado avisamos al propietario para que la arreglara. Vinierontres o cuatro hombres. Se lo miraron. Conversaron entre ellos y, al final, me dijeron que no había solución.
—Es un problema estructural señora.
En medio del comedor hay una columna. Por dentro está vacía. Recoge el agua que la lluvia deja en la terraza y la lleva hasta el sótano, donde están las cañerías y el desagüe. Imposible cortarla. Rellenarla. Arreglarla. Así se queda.
El Kalvo, que es muy apañado, tuvo una idea. Llamar al pintor para que pusiera tela asfáltica en la terraza. No sólo en la superficie que ocupa nuestro piso, sino en toda la planta. Le costó una pasta y una bronca. Pues a los dos días vinieron los del Sindico a quejarse.
—¿A quién has pedido permiso?—Ah…a nadie. —Tenías que consultarlo. No puedes hacer lo que te parezca.—Lo siento. No se me ocurrió.
Total. De lo que ha servido. La gotera sigue en el mismo lugar. En verano desaparece y en invierno vuelve a su lugar.
La lluvia me gusta si no tienes que salir de casa. Y si no tienes niños, claro. Cuando no los tenía me encantaba coger la manta, espachurrarme en el sofá y hacer mi particular sesión de cine y lectura. Que tardes. Como las añoro. Ahora ni manta, ni sofá ni nada que se le parezca. Lo que tengo son dos enanos. Locos. Nerviosos. Inquietos. Cansados de estar encerrados entre cuatro paredes. Ellos se ponen como motos y yo… tengo saudade.
Por eso he llorado. La temporada de lluvias ya está aquí. He visto el futuro. Lo que se me echaba encima. Días grises. Sábanas húmedas. Goteras deprimentes. Tardes aburridas. Y no he podido soportarlo. Lo reconozco. Hoy he llorado. Y me ha sentado de maravilla.

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