Revista Cine

Diario de a bordo: Bla Bla Land

Por Cartas A 1985 @AntonCruces

Estimado Capitán:

Después de ver La La Land, la música se apodera de nosotros, los humanos. Estoy impactado Capitán. Esta raza ha inventado una cosa que se llama cine que es meterse en una sala a oscuras con otros extraños mientras unas imágenes les cuentan una historia.

Esto para ellos es una práctica habitual ya que normalmente se pasan su adolescencia en discotecas, que también son grandes lugares en los que la luz brilla por su ausencia y en el que esta intrigante raza busca bailar, beber y aparearse.

Ahora estamos en familia escuchando la fantástica, arrebatadora, emocionante y enérgica banda sonora de La La Land que hace que en media hora pases por todos los estados emocionales posibles. Es lo contrario a Pedro Piqueras.

Cuando era pequeño Capitán vi una película que se llamaba Rocky IV y me pasé entrenando seis meses. En mi casa me siguieron el rollo hasta que le dije que tenía que ir a Rusia. Ahí fue cuando me cortaron el grifo.

¡Imagínese lo que ha provocado el musical de moda en mi comportamiento! No puedo parar de bailar y me arranco a cantar en cualquier sitio pensando que la muchedumbre, contagiada por mi ritmo y carisma me seguirá, pero lo único que he conseguido es que casi me atropellen en la autopista. En el Mercadona propulsé mis pies al frenético ritmo del swing por el pasillo de la carnicería, pero no me siguió el rollo ni el de los panes. Aún así no cejé en mi empeño de contagiar al mundo el color de esas melodías, de esos estribillos.

Sigo caminando por mi calle con mucho flow y a la altura de mi portal miro hacia arriba en busca de ese majestuoso plano cenital, casi puedo ver el montaje de mi propia película, será  dinámico, impactante y efectivo, pero nada. Ninguna cámara filmándome. Solo está el vecino que me mira extrañado y niega con la cabeza.

Miro hacia abajo por cerrar el círculo. ¿Si el de arriba es un plano cenital el plano de abajo será un plano genital? No me hago más preguntas técnicas y sigo bailando con el alma devastada de alegría por la música.

Las señoras me miran asombradas, tomó la mano a una de ellas y me la enroscó (a la señora) en plan bailongo. Oigo crujir su clavícula y noto que su amiga esta llamando a la policía. Corro y derrapo por las calles. Llego tarde al médico.

La dentista me dice que tengo la  boca genial y para celebrarlo ella, las enfermeras, dos pacientes y yo (todos ellos sí habían visto La la Land) nos marcamos una tremenda coreografía a ritmo de tango y jazz que arrancó los aplausos del público que también eramos nosotros. Nos damos un 8 en FilmAffinity. Y tan amigos hasta la hora de pagar.

Al llegar a mi hogar abro la puerta con una sonrisa que dibuja una perfecta media luna en mi boca, giro sobre mí mismo y me sacó un imaginario sombrero que lanzo sin mirar y acaba posado sobre uno de los brazos del perchero. Todo es perfecto.

Ovugirl (madre de madres) me comunica en sol mayor que los niños han crecido dos centímetros en los últimos tres meses. Eso quiere decir que su reloj biológico es lento, es decir, que envejecerán despacio. Son como Cher. Sigo bailando y ella también.

Mis hijos de 82 centímetros me miran con la boca abierta. Les preguntó “¿Qué?” y Tomás me responde “Qué”. Es la segunda palabra que ha aprendido después de mamá.  Bla Bla Land. El qué que ha aprendido es el qué interrogativo y no el otro. Va a ser un tío curioso.  Además lo dice con tono provocador como un pequeño pandillero boliviano. ¿Qué?

Nos pasamos todo el interludio del tema diciéndonos qué qué qué y cuando el contrabajo vuelve a cabalgar con la batería… ¡Comenzamos a bailar en el salón, miramos hacia arriba, los tambores resuenan, los vientos cortan la melodía ¡Mis hijos de repente saben bailar y toda la familia alza los brazos al cielo, al unísono como un solo cuerpo, damos vueltas y cantamos, cantamos como nunca! Agarró a mamá como en Dirty Dancing  y todo acaba. La ovación de los vecinos resuena en todo el edificio.

Todo se funde a negro.

Diario de a bordo: Bla Bla Land

¡Bailad malditos! ¡Cantad! ¡Dejaros llevar y aplaudid!

Este post que tiene más verdad de la que parece no va a acabar con un “The End”. Va a acabar con uno de los pocos sinónimos perfectos del inglés al castellano.

Chin Pom.


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