Revista Coaching

Dime qué escuchas

Por Soniavaliente @soniavaliente_

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Aprovechando que ayer se celebraba el Día Mundial de la Sonrisa, quiere hacerles sonreír hablándoles de un artículo hilarante de la revista GQ que ha traído cola en las redes sociales. El texto de Fermín Zabalegui venía a decir qué se podía esperar de las personas dependiendo de la música que escuchan. Un tanto reduccionista, sí, pero tan real que casi asusta. En estos tiempos en los que todo el mundo está hiperconectado y puede pretender ser quien quiera ser por obra y gracia del señor Google hay algunos indicadores de nuestro acervo cultural que nos definen a fuego. Y uno de ellos es la música. Ella prefiere los libros o las películas porque, aunque negará haberlo dicho en público, es una analfabeta funcional musical de los 90 a esta parte.

Dime qué escuchas

El artículo de marras hacía todo un periplo por grupos musicales foráneos y patrios para proceder al diagnóstico del fanático musical y el modo de proceder en caso de prosperidad del furor correspondido. Por lo que respecta a los amantes únicamente fieles a Sabina advertía especialmente sobre los que vivían más allá de la M-30. Probablemente sería todo mentira y tendrían hasta familia. Definía a las fanáticas de Pastora Soler como un caso de Benjamin Button, el de una mujer de 60 atrapada en un cuerpo de 30. A los de la montaña rusa emocional de Love of Lesbian aconsejaba no mezclarlos con alcohol –ni con paella, añade ella- pero se queda, sobre todas las cosas, con la recomendación de los amantes de Camela. Te vas a meter en un lío muy gordo, advierte Zabalegui, pero va merecer la pena.

Porque de eso se trata: de que valga la pena. Por último, ella aporta otro indicador, un poquito rollo Paulo Coelho, si le apuran, pero efectivo para no errar el tiro y sufrir, lo que se dice sufrir, sólo lo justito. Pregunten a su víctima, si pudieran elegir, qué animal le gustaría ser. Y prepárense para alucinar. Personas menudas que quieren ser águilas, aparentes damas inofensivas que quieren ser guepardos. Y así. Tan efectivo como que alguien responda que  se durmió con “El Padrino”. De nada.


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