Revista Coaching

Dos rombos

Por Soniavaliente @soniavaliente_

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Si han comenzado leyendo este artículo con la secreta y oscura esperanza de que bajo este titular se encontrara una columna de alto voltaje, les ha de remitir –no sin cierto pesar- a su compañera de la izquierda. Con los dos rombos se refiere al proyecto del gobierno de desarrollar “un sistema de pictogramas” similar al del franquismo que permita al público identificar a priori el contenido de cada obra audiovisual. Pa’ mear y no echar gota. Igualico que en su infancia, vamos.

Los dos rombos en la pantalla de una película nocturna eran como una tarjeta roja, penalty y expulsión, a la cama. Una guía infalible para la tranquilidad de los padres por aquello de no tener que soportar preguntas y momentos incómodos en una sociedad monotelevisiva  de sofá, salón y apreturas. Este sistema de regulación de contenidos estuvo vigente desde 1962 hasta 1985. Fecha en la que se concluyó que la potestad de decidir sobre los contenidos que consumían los hijos de cada cual recaía en los padres. Con muy buen criterio.

Dos rombos

Pero ahora, los rombos vuelven, amigos. Y no sólo para las películas, qué va. También para los contenidos cinematográficos y de Internet. Le parece una medida tan casposa, tan trasnochada, tan inútil en el último caso. Poner rombos a Internet evidencia un desconocimiento tan profundo. De todo. Qué pereza de gente, oigan.

Ahora parece perentorio avisar sobre los peligros de los contenidos de la cultura. Recuerda -no sin sorpresa, la memoria es tan caprichosa a veces- cómo vecinos de su infancia, sólo veían películas de Disney. Ese filtro parental siempre le impresionó y le hizo reflexionar sobre la educación laxa, ácrata y asilvestrada que recibió en ciertos aspectos de unos padres que hacían lo que podían bregando con cuatro vástagos.

Años después, sabría que aquel filtro bienintencionado era aún más tóxico porque la tele per se, señores, no educa. Con rombos o sin ellos.

 


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