Revista Pareja

El amor no se conquista se consagra

Por Vero_loventine @loventine

amorComúnmente se sostiene que al amor se lo conquista, quienes así lo consideran despliegan sus piezas al igual que en un juego de ajedrez, llevando a cabo movimientos según les indican sus técnicas de seducción para acercarse y acceder al amor de otra persona; movimientos que se equiparan con la manera de estar presentes en la otra persona.

Pero donde estamos presentes?

En la mente a través de los pensamientos, donde buscamos que la otra persona nos sostenga a partir de un recuerdo, ilusiones, fantasías, ansiedad, expectativas, esperas, etc.

De que manera ocurre esto en la mente?

Como comenté, quien seduce despliega sus movimientos como prueba para testear el grado de apertura o no de la coraza mental de la otra persona, coraza que al igual que en el juego de ajedrez son como pensamientos soldados que defienden nuestra esencia humana, lo más puro de nuestro ser, en este caso el amor.

Estos movimientos se llevan a cabo a manera de ataque, espera y defensa tanto en el conquistador como en el conquistado, de manera sincronizada o no tanto, donde ponemos a prueba la dureza y frialdad de su resistencia que nos deja afuera del recinto mental, o por el contrario permeabilidad, apertura o vulnerabilidad de la coraza que nos permita entrar.

Pensamientos que materializados a través de palabras, gestos, miradas, atenciones y hasta promesas (al igual que si hiciéramos campaña política) algunos lanzan como si estuvieran en una tribuna en espera de lograr no sólo atención sino receptividad mental para que adhieran a su propuesta.

En este caso lo que conquistamos es un espacio mental en la otra persona, donde esperamos que parte de su ser pensante nos deje un espacio para que instalemos al menos un pensamiento que sea nuestro representante. Conquista mental que en ocasiones deriva en prácticas no saludables cuando intentamos convencer, imponer, someter o colonizar la mente de la otra persona, llevados por la idea que tenemos de cambiar todo el esquema mental y reemplazarlo por el nuestro, o el que nosotros consideramos que debiera tener para de esa manera suponer que perduraremos en el tiempo.

Cuando la conquista mental se mantiene circunscripta allí, sin dejar que traspase las fronteras del sentimiento de amor que respira en el corazón, se limitará a un frío artilugio mental en el cual se debatirá permanentemente entre los pensamientos que se subleven a dicha conquista y los que como súbditos aprueben la misma.

Para otras personas la conquista no deja de ser sólo un mecanismo de acceder pero no de permanecer, ya sea porque no puede sostener con su vida lo que dibujó o prometió desde la tribuna, porque el personaje que armó para la conquista no tiene ninguna correlación con su sentimiento de amor, o porque sencillamente no le interesa permanecer sino conquistar como si fuera una condecoración más que colgará en su vida. Convengamos que, algunas personas hasta le colocan precio a su conquista.

Considero que al amor no se lo conquista, ni siquiera cuando se habla sobre él, sino que, quien lo hace es nuestro corazón cuando contagia, brinda, promueve, comparte, cultiva y jerarquiza el sentimiento de amor que cada uno lleva en sí mismo, para amalgamar entre los dos sentimientos un amor aún más grande.

La mayor conquista no es de una persona hacia otra, sino de las dos juntas en animarse a llevar hasta la cima el amor que ambas se prodigan y se consagran.

El amor no necesita credenciales mentales y menos de corazas, simplemente se identifica con el sentimiento del ser que amamos cuando dejamos fluir en plenitud el arte de amar que llevamos en el corazón.

Quien se justifique que conquistar es un arte y que una relación sin conquista puede no tener sabor a nada, es porque aún no experimento la magia que se siente estar enamorado y los infinitos sabores que nos regala nuestro artista del corazón, porque amar no significa dominar el corazón de la otra persona sino expandir sus dominios.


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