Revista Libros

El armario (el reflejo ii)

Por Clochard
Aunque existe  El reflejo   este no es una continuación de aquel cuento, más bien una variación sobre el mismo tema, por lo que sus lecturas son  independientes. Pido perdón de antemano por la extensión del cuento. Como en el reflejo, quiero dedicar este relato a modo de agradecimiento por su amistad al Vampiro del Cierzo, el gran Didac.
EL ARMARIO (EL REFLEJO II)
Quizá para comenzar a contar esto habría que aceptar las cosas como nos vienen dadas. Por ejemplo habría que convenir que la realidad es esto que nos sucede, que usted está ahí leyendo lo que yo escribo creyendo que es usted, que lee lo que yo escribo, un cuento, una historieta de terror para pasar el rato. Como yo antes aceptaba las cosas, confiaba en la realidad tal y como nos es mostrada, creyéndola única e inamovible, ingenuo, como la mayoría. Pero para intentar que se me entienda debo plegarme a las convenciones que nos han sido impuestas, tal vez para que no perdamos la razón o acabemos cortándonos las venas... Puede decirse entonces que yo era feliz en esa realidad que conocemos, feliz con mi novia Sara con la que comenzaba una vida en común en un pequeño pero delicioso apartamento en el centro. Eramos como dos niños en un estado febril de alegría, sorprendiéndonos con cojines o estanterías nuevas, visitando tiendas de muebles antiguos y nuevos para darle nuestro particular toque a la casa que habría de vernos vivir nuestros días y noches de amor, la venida de nuestros hijos...tontas ilusiones como las de cualquiera. Fue en una extraña tienda de muebles de segunda mano en la que Sara se encaprichó de un enorme armario de espejo que tildó de ideal para nuestra habitación. Lo cierto es que a mi no me convencía mucho pero accedí a comprarlo por lo ilusionada que la veía y porque el precio era un regalo. Una vez instalado, el armario ocupaba la totalidad de la pared justo enfrente de nuestra cama de matrimonio, duplicando de una manera irreal y extrañamente atractiva la habitación. Al principio el espejo nos dio mucho juego en las artes amatorias, nuestros cuerpos desnudos y multiplicados en pleno acto sexual nos excitaban  e inspiraban de manera divertida y sensual. Pero pronto yo comencé a obsesionarme, me despertaba en mitad de la noche y encendía la luz de mi mesilla con la extraña sensación de ser observado desde el otro lado del espejo. El reflejo de Sara me excitaba y atraía de manera anómala, la despertaba para hacer el amor pero me concentraba en su reflejo en el espejo, deseando atravesarlo y poseerla...al poco comencé a estar seguro de que mi propio reflejo me miraba de forma burlona. Pasaron los meses y estaba desesperado, mi relación con Sara se empezaba a resentir ya que no quería nada de ella, sólo hacer el amor frente al espejo para sentirme como si se lo hiciera a la otra... a su reflejo. Y sin embargo aquello fue sólo el principio, comencé a notar como mi reflejo parecía tener vida propia, sus gestos al vestirme frente al espejo eran más lentos o rápidos, su mirada era sin género de dudas la de otro, alguien que conocía mi secreto deseo y se reía de mi en silencio. Entonces llegó el verdadero horror, algo me despertaba todas las noches y veía como en el espejo mi reflejo clavaba un cuchillo en el reflejo de Sara, lo hacía mirándome fijamente y sonriendo, queriendo que fuera yo quien le imitara. A partir de entonces comencé a vivir un verdadero infierno de noches sin dormir, aterrado y sintiéndome culpable de algo que todavía no había sucedido. Mi reflejo, o lo que fuera ese ser maligno, quería hacerme creer que matando a Sara acabaría con mi tormentoso y antinatural deseo por su reflejo. Una noche no pude más y ante el grotesco y repetido espectáculo del asesinato agarré una silla y golpeé con ella el espejo, utilizando todas mis fuerzas en ello. El estruendo despertó a Sara mientras el horrible objeto del diablo saltaba en añicos, su incipiente grito quedó ahogado de pronto por un extraño gemido. Al girarme pude observar como un afilado pedazo de espejo en forma de cuchillo se había incrustado en el cuello de Sara, seccionándolo y acabando con su vida en el acto. Caí de rodillas al suelo llorando desesperado...entonces vi como en todos los pedazos de espejo desperdigados por el suelo se reflejaba mi cara riendo a carcajadas.

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