Revista Opinión

El comportamiento de los parásitos en la sociedad

Publicado el 31 marzo 2015 por Polikracia @polikracia

Un parásito es aquella persona que recibe el beneficio de un determinado bien pero que evade el pago del mismo.

Los parásitos son un problema que nos concierne a todos; su existencia responde a la naturaleza propia del ser humano: a su insociable sociabilidad. El estudio de su comportamiento se ha desarrollo desde múltiples disciplinas: filosófica (naturaleza social del ser humano), política (fundamentos del Estado), microeconómica (los parásitos en los grupos de trabajo) y macroeconómica (la conveniencia o no de los bienes públicos).

Y se evidenció necesario sobre el año 1848 cuando John Stuart Mill en su libro Principios de Economía Política, habló de que la única manera para que los trabajadores de una fábrica trabajasen menos era mediante una organización común. Unos pocos años antes, en 1833, William Foster Lloyd había escrito en un folleto la denominada ‘’Tragedia de los Comunes’’, por la que unos pastores pensaron de manera unilateral que sacar a pastorear una sola oveja más sobre el límite no empeoraría las condiciones del suelo; todos sacaron una oveja más y el suelo empeoró de manera notable.

Así mismo, se trata de un tema muy relacionado con el estudio de las externalidades ya que su fundamento es el mismo, pero sobre estas profundizaremos en otro momento.

Ahora que ya sabemos qué es un parásito, y antes de que nos aventuremos a hacer deducciones absurdas, conviene saber qué no es un parásito. Un parásito no es una persona pobre o de renta baja que se beneficia de prestaciones públicas, esto no responde a nuestra definición de parásito; nosotros hablamos de personas que se escabullen del pago aún teniendo posibilidad de hacerlo. Un inmigrante tampoco es necesariamente un parásito, esto puede parecer trivial, pero durante la época de éxtasis económico de España tal atribución llegó a ser una creencia muy arraigada (podéis leer sobre ello aquí) pero es claro que para nada lo son, todo lo contrario: basta con observar la realidad demográfica de nuestro país para comprender lo necesarios que pueden llegar a ser.

Para comprender el origen de un comportamiento parasitario es común hacer comprobaciones experimentales denominados ‘’juegos’’. Para ello se escogen sujetos al azar y se les da un número determinado de fichas que deben invertir en bienes públicos o privados. Sólo al final del juego podrán canjear esas fichas restantes por dinero. En estos juegos que emulan la realidad, lo característico de los bienes públicos es que no son ni excluyentes (no se puede evitar que las personas utilicen el bien público) ni rivales en el consumo (el consumo de una persona no reduce la capacidad de otra para usarlo). Así mismo se considera que la inversión en el bien público es duradera. Por su parte, los bienes privados son excluyentes y rivales en el consumo. En rigor, se puede considerar la existencia de dos tipos distintos de bienes públicos: los reversibles, que son aquellos en los que las inversiones pueden ser positivas o negativas, como el sistema de salud, una galería de arte… o irreversibles, que únicamente varían de valor por la depreciación: un puente u otro tipo de capitales físicos. Tienen características diferenciadoras que hacen que el parásito sea más común en los irreversibles, pero por lo demás no nos merece la pena entrar en esta consideración.

El primero de estos juegos lo realizaron dos sociólogos: Marwell y Ames (1979). En él la contribución al bien público le genera un beneficio al sujeto pero también a los demás, mientras que en el bien privado le genera un beneficio directo al sujeto. Sorprendentemente, la contribución a los bienes públicos fue cercana al 50%. Más tarde, investigadores repitieron el juego añadiendo nuevas variables, como Andreoni(1988), que diferenció entre un juego en el que los sujetos se conocían y otro en el que eran anónimos; por lo general las contribuciones a bienes públicos eran mayores entre los que no se conocían que entre los que sí.

Pero, ¿y por qué esta contribución a un bien público? Es uno de los grandes interrogantes. Se dudaba si estaba motivado por un comportamiento altruista (ayudar a los demás) o por necesidad moral (satisfacción generada por realizar acciones moralmente válidas). Naturalmente, se trata de un comportamiento fuera de lo considerado por los teóricos neoclásicos que analizaban al hombre como ser totalmente racional, sin edad, sexo ni gustos.

Para definir si se trataba de un comportamiento altruista, Andreoni (1995) diseñó un juego en el que se eliminaban los incentivos de bondad, es decir, los retornos por la contribución a un bien público. Evidentemente, el resultado fue que los sujetos disminuían de forma considerable su contribución a un bien público; se convertían en free riders (”parásitos” en inglés). Esta sensibilidad al retorno, elimina la hipótesis del altruismo puro.

Más tarde, Keser y Van Winder (2000) definieron un nuevo tipo de sujeto: aquel que no quería ser el tonto del grupo; la persona de la que todos se aprovechan. Comprobaron que cuando un individuo constata que algún otro empieza a dejar de invertir en un bien público, este deja de invertir y se convierte en parásito. A estos se les llamó ‘’Colaboradores condicionales’’.

Considerando otro factor que pudiera influir,-el entorno-, Ockenfels y Weimann (1999) experimentaron con el mismo juego en la Alemania Occidental y la Oriental. Encontraron que los individuos del oriente eran mucho más egoístas que los de occidente, afirmando pues que el entorno influye.

Entrar a considerar los determinantes del entorno que provocaba decisiones distintas entre Alemania Oriental y Occidental es algo que por el momento no nos interesa, pero el simple hecho de que el entorno importe es decisivo: ¿Qué entorno tenemos en España?.

Pues tenemos un entorno con un 29,1 % de economía sumergida, la más alta del sur de Europa, altos niveles de corrupción que han llegado hasta la cúpula gobernante testimoniando una conducta poco ejemplar y determinadas políticas de ayudas destinadas a las rentas más altas.

A la luz de estos datos y comprendiendo la importancia del entorno y de la confianza mutua para evitar la existencia de parásitos, ¿a qué esperamos para empezar nuestra desinfección?

¿Somos individuos que actúan como ‘’Colaboradores condicionales’’ a los que las condiciones cada vez nos fuerzan más a entrar a un círculo parásito difícil de romper?


Bibliografía:

Gestha. La economía sumergida pasa factura. España (2014).Disponible en: http://bit.ly/1fqjBRX

L.A. Palacio García, D. F. Parra Carreño. ‘’El dilema de la contribución voluntaria a bienes públicos’’. Cuadernos de Economía (Santafé de Bogotá) Vol.22, Nº62, 2014.

Marco Battaglini, Salvatore Nunnari, Thomas Palfrey. ‘’The Free Rider Problem: a Dynamic Analysis’’,  Economic Theory Center. Princeton University. Research Paper No. 21-2011. July 2, 2011.


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