Revista Sociedad

El destino de los perros

Publicado el 05 marzo 2017 por Tomarlapalabra

El destino de los perros

Por Pedro Junco López

OrginalLa furia de los vientos

He sido un perro afortunado. Cuando mataban la vaca, siempre disfruté las mejores postas mientras los canes de otras manadas alcanzaban solo las tripas y los huesos. Hasta llegué a pensar que el destino de los perros es comer huesos y tripas. Pero escuchaba por las noches el aullido sordo de cachorros con hambre y me solidaricé con ellos.

Descubrí que los perros hambrientos, aunque enclenques y desaliñados son proclives a la violencia siempre que alguien los azuce. Y me dio por organizarlos. Los convencí de que juntos podríamos vencer a esa bandada de cachorros engreídos que engullían las mejores postas cuando se mataba la vaca. Les expliqué que el destino de los perros no es vivir eternamente comiendo huesos, tripas y retazos de cebo. Creo que la dialéctica explica mejor que yo este asunto del cambio de conciencia.

El caso es que los organicé y los eché a la pelea. Fue una lucha feroz; literalmente, una pelea de perros. Mis indigentes seguidores salían muy mal parados de la lidia contra canes muy bien alimentados. Pero éramos el doble, el triple, el cuádruplo, y al final ganamos la batalla. Muchos terminaron rencos; pero tuve la audacia de enseñarlos a morder en la garganta, como hacen los leones y los tigres, que matan al momento. Y esa táctica nos regaló la victoria: un perro herido, chamuscado, tullido, si es bravo de verdad, puede seguir luchando. Perro muerto, es baja definitiva.

Ahora la jauría me obedece ciegamente. Cierto es que todavía comen huesos, tripas y retazos de cebo, porque cuando matamos la vaca debo canjear sus carnes para adquirir collares de defensa, vacunas contra la rabia y muchas cosas más que necesita cualquier manada prestigiosa como la nuestra. Es cierto también que a veces algún cachorro malagradecido aúlla por las noches y se queja de comer huesos y tripas solamente; pero lo descubrimos, lo enjaulamos y le rapamos la cola. Algunos que no se atreven a aullar, nos apoyan o escapan del gremio.

La dialéctica me ha permitido cambiar nuevamente de conceptos. Y ahora estoy convencido, definitivamente, que el destino de los perros SÍ es comer huesos y tripas. Claro, cuando matamos la vaca y entregamos sus carnes a los comerciantes de collares, yo me guardo los filetes y el sobre-lomo. Pero la jauría no lo sabe.


El destino de los perros

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