Nada, ehn, tú no te vayas a mover, ¿para qué? Si tampoco es que esté pasando nada raro. ¿Quién no se ha encontrado con un zepelín a punto de estrellarse con una torre de agua en mitad de un campo, a ver? ¿Quién? ¿Cómo? ¿Que nunca has visto algo parecido en tu vida? Pues yo tampoco, la verdad, pero mira, los protagonistas de las pinturas de Juan Martínez Bengoechea, parece que están acostumbrados a eso.
Bueno, a eso, y a todo tipo de situaciones surrealistas. Situaciones en las que estos protagonistas son partícipes y observadores a la vez. Lo cual, deja una inquietante tranquilidad a ojos del espectador, o sea, tú. Y, reconóceme, que la mente se te ha perturbado una miqueta al ver semejante cuadro. Es más, me aventuraría a decir que tu resquemor se aferra a la época en la que se ubican estas obras (allá por los años 30 o 40) como si fuese la salvación y explicación de cualquiera de estas tensas escenas, ¿correcto? Pues, espera, que la cosa sigue teniendo miga.
Resulta que, una vez más, me encuentro con que no hay información del autor. Sólo sé que, a pesar de parecer vasco por su apellido, es chileno, sí. Bueno, eso, y que en mayo de 2009 inauguró una exposición en la Galería de Arte Trece. ¿Lo demás? Cero información, un desierto, la nada. Y, entonces, ¿de dónde salen estos cuadros? ¿Qué clase de artista maquiavélico se esconde tras ellos? ¿Quién osa perturbar nuestro imaginario?
De nuevo, un caso sin resolver, queridos míos. Y, mientras, en alguna meseta se esconderá una señora jugando al circo con sus dos galgos. O un practicante aplicará superglue en los pies de una adolescente, a las orillas de una azotea de Nueva York. Y tú, ahí, leyendo esto. Igual tenías a uno de estos personajes detrás tuya, pero eso, no lo sabremos. Ni ahora, ¡ni nunca! ¡chan, chan, chan!
Vía: Whitezine
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