Revista Educación

El niño al que le gustaban los tiburones

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Érase una vez un niño, ya de pequeño era grande y tenía grandes sueños, por eso se imaginaba de mayor persiguiendo a esos enormes bichos que había visto en la televisión y en los libros: tiranosaurios, velociraptores, diplodocus y todo tipo de dinosaurios. Cuando descubrió lo que debía estudiar para verse rodeado de este tipo de seres lo tuvo claro, de mayor sería paleontólogo. Imaginaros su emoción y a la vez su decepción al ver Parque Jurásico y enterarse de que los dinosaurios se habían extinguido y que no iba a poder estudiarlos sino a través de fósiles, ya no parecía una aventura tan divertida y atrayente.

De pronto, apareció algo en su vida, algo que siempre le había apasionado pero a lo que no había prestado demasiada atención de cara a su futuro futurible… el mar y sus criaturas. Diferentes especies marinas llenas de posibilidades y una en particular que le atrapó por encima de todas, un pez al que todo el mundo teme pero que a él le fascinó desde el principio, el tiburón, en todas sus especies habidas y por haber. El por qué de esta obsesión se debió básicamente a que descubrió una maravillosa casualidad que para él se tornó en señal y era que los tiburones habían existido incluso antes que los dinosaurios, de aquella manera se unieron sus dos grandes pasiones. Decidió que si no podía estudiar a los dinosaurios en vida estudiaría a los tiburones, se disiparon sus dudas, de mayor sería biólogo marino y de esta forma estaría cerca de sus amados tiburones.

Hoy en día, este niño ya es un hombre, un biólogo marino, apasionado de los tiburones. Vive grandes aventuras, recorre océanos, visita continentes y viaja alrededor del planeta con el afán de conocer, de aprender, de empaparse de las diferentes y fascinantes culturas que existen en este mundo, tan pequeño y tan grande a la vez. En ocasiones, bastantes, se topa con sus aventuras favoritas, las tiburoniles, con esas son con las que se le iluminan esos bonitos ojos que tiene y las que cuenta con más pasión.

No tiene problemas para relacionarse con nadie, es muy fácil quererle (doy fe), tiene un corazón (un poco más grande que la media) que no le cabe en el pecho y eso que su pecho también es grande, es todo bondad y generosidad. Además, es muy amigo de sus amigos y tiene una gran familia a la que adora y que lo adora, no es para menos.

Por todo esto lo echo tanto de menos cuando no está y me gustaría compartir junto a él todas sus aventuras. No es posible, tengo que ser paciente y esperarlo en casa mientras él acumula historias que traerá a su vuelta y que me contará mientras nos abrazamos y compartimos, muy probablemente, una buena copa de vino. Lo mejor, sin duda, será la compañía.

Solo espero que la marea lo devuelva pronto a mi lado.

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Foto realizada y cedida por APSJ


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