El valor de significarse

Aprecio enormemente a aquellas personas que son capaces de significarse en un momento comprometido, aún a riesgo de equivocarse. Me parecen admirables aquellos que se posicionan, aún sabiendo que van a ser cuestionados o que pueden comprometer su seguridad laboral o personal. Hay que tener valor para decir en un momento dado 'yo opino esto' o 'a mí me parece que esto es así' o 'creo que así están las cosas' o, yendo más allá incluso 'voy a dar este paso' en circunstancias en las que sabemos que nos puede caer la del pulpo o en las que las cosas se pueden poner feas.

Lamentablemente veo pocos perfiles como los que he descrito en todos los ámbitos. A menudo me encuentro con expertos en todo que, desde el anonimato de las redes, dan consejos, critican o directamente humillan a quienes se significan. Me encuentro a muchos con verborrea incesante que dicen que van a hacer, que se ponen medallas inmerecidas o que se echan flores sin haber movido un dedo pero pareciendo que sí. Me topo con muchos más cobardes que valientes, esa es la triste realidad.

En definitiva me admira la valentía y la honestidad de las personas que se posicionan, personas que por lo general, también por las mismas cualidades, son capaces de pedir perdón, de disculparse o de reconocer sus carencias. En el terreno personal me he encontrado con algunos intrépidos que han expuesto sus trabajos, y con ellos su seguridad, por defender el bien común, o con quienes han puesto en riesgo relaciones personales por no renunciar a sus valores.

Sabiendo que los ejemplares pertenecientes al grupo de los valientes y honestos son tan escasos ha sido un soplo de aire fresco durante esta pandemia la presencia de Fernando Simón. Porque a Simón pueden achacársele errores mayores o menores, puede criticarse su gestión de esta crisis desde su posición como director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad o sus formas en lo que a comunicar se refiere, pero nadie puede objetarle que no se haya significado.

Desde mi total desconocimiento en lo que a epidemiología concierne, lo que he agradecido en Simón ha sido su capacidad para reconocer errores, proponer soluciones desde el escaso conocimiento que tenía en determinados momentos y dar un paso al frente cuando ha sido necesario. En toda esta locura del coronavirus me ha parecido el único que no echaba balones fuera y que llamaba a las cosas por su nombre. La habrá cagado muchas veces, pero ha tenido la valentía y la honestidad de reconocer que lo ha hecho. Y eso, en los tiempos que corren, no tiene precio.