Gente efímera
Un chaval de no más de once años, por la mañana, camino del cole, coge la mano de su hermanito pequeño (seis o siete años) y se la mete en el bolsillo de su propia chaqueta porque le ha dicho que tiene frío. Se miran con un amor infinito mientras siguen caminando. Tres pasos más allá, una chica con unos enormes tacones besa apasionadamente a un hombre mientras pasa sus brazos alrededor de su cuello frente a un bar de la plaza. Él la abraza tiernamente por la cintura mientras se besan con los ojos cerrados. Sigo caminando y una señora, en cuclillas, habla con la anciana de la silla de ruedas que estaba empujando. Coge su mano y le habla con una sonrisa. Me dirijo al metro. Más gente efímera, de gesto ausente. Algunas sonrisas. Sigue haciendo frío pos las mañanas. Llego y, cuando voy a pasar por las puertas automáticas, noto como una chica se me pega y pasa conmigo (casi empujándome) para no tener que pagar su billete de metro. Le espeto “¿te parece bonito?”. Va comiéndose una chocolatina y tiene los ojos algo extraviados. Durante unos segundos no reacciona. Hay más gente que se ha quedado mirando. Se queda ahí de pie, con sus vaqueros, su camisa de cuadros y su chocolatina en la mano. Lleva una mochila y va cargada de cosas. Pasan sólo unos segundos. Luego, azorada, como defendiéndose, pero sin amilanarse, me dice: “no tengo”. Todos seguimos caminando.
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