Revista Educación

Ir despacio por la vida

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Hace algunos meses asistí a una sesión de las que organiza periódicamente la asociación de directivos de comunicación en el Archipiélago, Dircom Canarias, en la que la ponente, Nuria Moreno, consultora especializada en personalidad, liderazgo y comunicación, hizo una intervención muy interesante.  A mí estas cosas me flipan, de verdad, saber que nuestra forma de hablar y expresarnos está directamente vinculada al tipo de persona que somos… ¡es fascinante! Esa conexión completa entre la expresión gestual, la verbal, la capacidad de liderazgo o el uso de la palabra precisa, esa de la que he escrito en alguna ocasión en este blog, me genera, no sé realmente cómo decirlo, pero es algo así como desconsuelo.

Entre su bagaje y experiencias adquiridas a lo largo de su trayectoria profesional, hubo algo que nos contó que me dejó pensando. “Prueben a moverse por la vida despacio, ralenticen sus movimientos, piensen en todo momento en lo que están haciendo y por qué, intenten dejar atrás las prisas del día a día que a nada bueno nos conducen”, algo así vino a decirnos. Ella lo había puesto en práctica en su vida, al menos cuando se levantaba, se arreglaba y desayunaba antes de empezar su jornada diaria. “Eso es lo que debo hacer yo”, me aseguré a mí misma en ese momento, tan decidida a ponerlo en práctica nada más llegar a mi casa.

Ir despacio por la vida

¡Qué bonito es ir despacio por el monte! Foto: http://www.slowpeople.org/

Al día siguiente me levanté como siempre, cuando sonó el despertador a las 6:45, y me asomé a la ventana. Apenas había amanecido. Me di una vuelta por el baño, el cuarto de las niñas (¡dormían aún, milagrosamente!). Bajé a la cocina a hacerme un café. Me senté a esperar a que saliera mientras echaba un vistazo a los últimos exabruptos de las redes sociales. Me tomé el café al tiempo que la primera empezaba a berrear. La cogí, le di besitos, su biberón insustituible, le cambié el pañal con calma, me reí de sus gorgoritos, la vestí y justo en ese instante lloró la otra. La cogió su padre y mientras hacía la misma operación yo solo pensaba “ve despacio, con calma, disfruta del momento…”. Luego, mientras ellas jugaban un poco me duché, me vestí, preparé mis cosas, volví a mirar por la ventana… “bonito día parece que hará hoy”, pensé. A continuación preparé las mochilas de las mellis, las metí en el coche de su padre, que ese día las llevaba a la guardería, y salí por la puerta de casa rumbo a coger el coche. Todo lo hice pensando en cada acción, deteniéndome en los detalles, y lo disfruté, lo aseguro. Solo llegué una hora tarde al trabajo.

PD: yo, como mi querida Cristosú en su post 41, quiero dejar de correr en la vida. ¿Hay alguna organización que te ayude a conseguirlo?

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