Revista Sociedad

La fábula del sordo y el “pájaro”.

Publicado el 16 junio 2016 por Tomarlapalabra

La Historia.

Empecé a notar que cada paso que daba resonaba en mi oreja como una especie de efecto resorte, era como un co iín iín iín en cada pisada. Qué raro, debe tener la oreja hinchada. Los amigos un día me dijeron que no oía el “de pie” aun con la bocina justo encima de mi litera. ¿De verdad? Es que yo soy medio entretenido hasta dormido, replicaba. Pero en efecto, me tapé el oído derecho y oía más bajito con el oído izquierdo. El médico me diagnostico un baro-trauma, debido a que yo “buceaba”  la presión del agua me jodido la oreja zurda y había perdido de manera irremediable la mitad de la audición de esa guataca, tenía yo 17 años. Me deprimí un poco, pero en días se me paso, mi vida era normal. El 31 de Agosto de 1997, recuerdo la fecha porque coincide con la muerte de Diana de Gales, agarré por la mañana mi guitarra y, que raro, las cuerdas suenan como sueltas, cada cuerda sonaba con un eco tipo resorte, el ya conocido co iín iín iín. Otra vez el médico, otra vez audiometrías. Muchacho, ya tú no tienes ni restos auditivos en tu oreja izquierda, y has perdido un 40% de capacidad en la derecha. Así comenzó un proceso largo en que  pasaban semanas, a veces uno o dos meses sin incrementar mi pérdida auditiva y de pronto un día unos cuantos dB menos de capacidad. Médicos, medicinas, ingresado varias veces, esteroides, vaso dilatadores, yerbas y, lo confieso, hasta brujos. Nada daba resultado, era sencillamente incontrolable, audífonos de baja potencia primero, luego media y luego alta,   lo contrario de la escalera al cielo, era la escalera al infierno al cual llegue en noviembre del 2001 cuando ya no escuche más por mí mismo, ni siquiera con el aparato amplificador más fuerte que existía. No era medio sordo, ni casi sordo, ni muy sordo, era totalmente sordo. No escuchaba nada, ni mi voz, un silencio que nadie que escuche puede imaginar. Tenía yo 29 años, cinco meses y unos cuantos días.

Mi primo venía a mi casa todos los fines de semana. Yo contaba los días para que llegase el sábado. Nos divertíamos mucho, era mi primito Kike. Pero algo no andaba bien. Mientras yo abogaba por los carritos, los soldaditos y la pelota, él se ponía un plumero en la cabeza y comenzaba a bailar de manera bien afeminada. Mi mama con mucho tacto le decía a la de él que algo no estaba bien, que debía llevarlo a un psicólogo, ella no le daba importancia, son cosas de muchachos. Teníamos 5 o 6 años, una edad en que aún no hay nada “perverso” en la cabeza de nadie.

Escalera al infierno.

Cada día era peor que el anterior. Hice, y pensé, cosa que nunca imagine podían pasar por mi cabeza. Les mentía a mis padres, a mi entonces novia (hoy esposa y madre de mis hijas) Honestamente, pensé hasta en métodos para matarme que no me dolieran mucho, ni fueran traumáticos para el que encontrase mi cuerpo.  Estudiaba en la universidad, sentado en primera fila para poder escucharle algo al profesor, y de pronto, un gran murmullo, me viraba y descubría que todos estaban riendo a carcajadas, un chiste del que no me entere.  En mi trabajo me gane el apodo de “¿Eh?” pues era mi respuesta siempre a cualquier frase que me decían. A veces el “eh” se repetía tanto que el interlocutor se resignaba a que yo no entendiera, daba la espalda y se iba, y lo jodido es que yo sabía que en unas semanas estaría peor. Llegue al punto en que no iba a clases, me sentaba a veces en la soda de la universidad a esperar que pasara la clase para regresar a casas, a veces sencillamente en un parque, esperando que pasara el tiempo. Me faje a golpes con un mendigo que me pedía en San Jose monedas insistentemente, este cabrón oye, es joven, y yo casi no, y yo trabajo y este me pide dinero, casi lo reviento, en el medio de la calle le descargue mi frustración al pobre muchacho que ni conocía. Mi relación con mi novia sufrió también mucho, me torne peleón y gritón, acomplejado, y hasta celoso de su ex novio, jamás pensé que yo llegaría tan bajo, ella me aguantó y  aun no sé cómo pudo. Evitaba los grupos, y hasta que alguien viniera a hablarme. Sabía que llegaría al cabrón infierno pronto ¿Y después qué? De pinga.

Kike dejo de visitarme, y yo hasta me alegré. Mis socios del barrio se burlaban de él, y de mí. Oye, tu primo es tremenda cherna. En realidad lo era, y ya yo no quería que viniera a casa ¿qué coño iba a hablar con un maricón? Hasta una bronca me iba a buscar en el barrio si seguían jodiendome pero eso, él que se joda, a fin de cuentas es pato. Kike se convirtió en un falto de respeto con todos, con mi abuela, con su madre, hasta con la mía, se perdía de su casa, no iba a la escuela. Un tipo taciturno y apartado, sencillamente dejamos de verlo, no vino más, no estuvo más. Me entere a los años que intento hasta matarse una vez y lo encontraron intoxicado e inconsciente, con Meprobamato.

Escalera al cielo

Y llego noviembre del 2001. Sordo entero. Aquí me queda morirme o seguir pa’lante. Por suerte escogí lo segundo, por suerte me acepté. Ahí me dije, no me puedo meter la vida sentado aquí arreglando monitores de computadora. Salí a buscar trabajo, y así sordo, me lo dieron entre 18 candidatos en una empresa líder en desarrollo de software en donde vivo, con sucursales en otros países. Jefe del departamento de IT, redes y demás. Un sordo se encargó de conectar todas las oficinas de implementar sistemas para vernos todos por video en las reuniones, de apagar cuanto fuego salió, conectar líneas nuevas de internet, routers y toda la seguridad de la compañía, como si estuviésemos todos en un mismo lugar. Empecé a ganar tres veces más de lo que ganaba reparando monitores como un comemierda. Ahí, sordo, termine mi carrera, hice mi tesis y la defendí, comencé la maestría, me compre mi primer carro y mi primera casa.

Mi primo se fue para España, tiene una pareja de años, viven juntos, y es otra vez mi primo Kike, aquel jodedor, ocurrente y cariñoso, el mismo hijo de puta en el buen sentido de la palabra. Nos llama a cada rato, pasamos rato hablando mierda por Skype. Su Facebook está lleno de fotos con su … lo que sea… quien por cierto es un tipo muy agradable; y con muchos comentarios contra Podemos. Vive bien, feliz, y muy tranquilo, viaja por el mundo.

Fin y Moraleja.

Hoy tengo un implante cloquear que me puse en el 2003, escucho otra vez, aprendí ingles con ese aparato, toco mi guitarra, y si bien no la puedo afinar de oído como antes, y ocupo muchas veces TABs para aprenderme un solo, la toco y la disfruto y hasta en una banda en la pincha hago escándalo.  Hablo y juego con mis hijas y esposa, vivo normalmente y progreso. Como fui el primer adulto con este aparato en CR, he ayudado a pacientes candidatos, y he dado conferencias que han sido “boicoteadas” por miembros de asociaciones de sordos de Costa Rica. ¿Asociaciones de sordos? Si, existen, y a nivel mundial, y se oponen al implante cloquear. Ellos dicen que no son enfermos, que son normales, y defienden su normalidad a toda costa, se manifiestan y no aceptan cura para su mal pues dicen que no padecen mal alguno, sencillamente son así. Nadie se escandaliza por eso, ahí están, eso son, ese es su maletín.

A la gente como mi primo les pasa igual, son minoritarios, se asocian, se aceptan y se molestan a veces si otros no los aceptan, o los tratan como enfermos, no quieren vivir sus vidas por los rincones, la mayoría, como yo, sencillamente no pudo controlar su destino.

No hay asociaciones de oyentes, como no las hay de heterosexuales, pero siempre existirán las de los sordos y los pájaros. Es sencillamente inevitable y no existe razón para intentar evitarlo.

Cubiche

Costa Rica


La fábula del sordo y el “pájaro”.

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Revista