Revista Educación

La gratuidad del lenguaje

Por Siempreenmedio @Siempreblog
La gratuidad del lenguaje

La gratuidad del lenguajeTengo amigos puristas del lenguaje que andan todo el día preocupados con el dequeísmo, el leísmo, la formación de palabras nuevas aún no regladas por la RAE, el uso de locuciones a las que Lázaro Carreter no les puso el dardo y etcétera. Lo de los préstamos léxicos de otros idiomas ya lo toman como algo personal. Es lícito, pero no la comparto, la preocupación digo. "La lengua es un tesoro depositado en el habla", me dijo mi admirado Ramón Trujillo Carreño, el mismo día en que aseguró que le cansaban los catedráticos y los diccionarios. Y me lo dijo, paradójicamente, desde su cátedra de la Universidad de La Laguna, en aquellas inolvidables clases en las que a su ritmo trepidante desguazaba frases que había recogido en pintadas en las paredes, en informativos de radio o televisión. Y el habla, se deprende de aquella afirmación, no pertenece más que de los hablantes.

Y es que a mi me atormenta más que todo lo que dije más arriba una circunstancia que se da, cada día más, en los actos de comunicación: lo que yo llamo la gratuidad del lenguaje. Ahora resulta que para aparentar, supongo, un estatus que uno no tiene, el "hablador" (emisor que diría Jakobson) salpica su mensaje lingüístico con palabras que no entiende, que no sabe su verdadero significado o su carga semántica. Y todo vale. A mi juicio, esto es más preocupante que usar vulgarismos (que no son más que palabras limadas por el uso, ajadas por el tiempo, o tan nuevas que ayer no existían). Porque el uso de términos de manera gratuita solo evidencia una atroz falta de cultura, y un desagradable y lamentable uso del lenguaje, convirtiéndolo en una mascarada vacía y ridícula.

Ejemplos, hay mucho en las redes sociales y en los medios: en un programa de radio el otro día hablaban de la bipolaridad de un cantante, "que era de profesión militar pero escribía letras muy tiernas", reduciendo el verdadero significado social y científico de ese término a un absurdo sin fundamento. Otro: una chica en un programa de la televisión aseguraba que "aborrecía a los niños", y lo dijo varias veces, sin temblarle ni un párpado. Aborrecer es una palabra cuyo campo semántico está cargado de odio y asco, ¿estaría segura ella de que sentía ambas cosas por los niños?

Y podría seguir y seguir poniendo ejemplos de ese uso gratuito de las palabras. Me preocupa, porque al final no podremos expresarnos y entendernos, porque no tendremos significantes exactos a razón de vapulear los significados. Y lo que es mucho peor, a fuerza de violar a las palabras jamás podremos entender las metáforas, porque ya no habrá términos B que señalen a A, toda vez que tanto A como B serán combinaciones de letras que hoy significarán una cosa y mañana otra.

Parezco un viejo, lo sé. Pero si no lo digo reviento: esto solo tiene una cura: la lectura. (Pero no la de los mensajes del móvil, sino la de los libros, aquellas cosas con páginas y letras; si quieren ver cómo son yo puedo facilitarles algunos)


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